Editorial |Nuestra voz | Y Quedaron llenos del Espíritu Santo

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“Al llegar el día de Pentecostés estaban todos re- unidos…De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos, se llenaron todos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles en el capítulo 2, versículos del 1 al 4.

En esa mañana, estando en oración los apóstoles junto a María, la Madre de Jesús, el Espíritu Santo desciende sobre ellos; un acontecimiento que marca el nacimiento de la Iglesia y con ella, la propagación de la fe en Jesucristo y que tuvo lugar 50 días después de la Pascua de Resurrección.

La venida solemne del Espíritu en el día de Pentecostés no fue un suceso aislado, no es un re cuerdo del pasado, una edad de oro de la Iglesia que quedó atrás en la historia. Es, por encima de las miserias y de los pecados de cada uno de nosotros, de la realidad también de la Iglesia de hoy y de la Iglesia de todos los tiempos una demostración de la presencia viva de Dios entre nosotros.

Debido a las manifestaciones de poder, de energía y de fuerza desbordada en ese maravilloso y portentoso acontecimiento las personas frecuentemente piensan que el Espíritu Santo se expresa en “grandes” manifestaciones o en “grandes” milagros, como posiblemente sería hablar en lenguas, sanar enfermos, expulsar demonios, pero lo cierto es que el Espíritu Santo no solo se manifiesta de esa forma, sino que también lo hace, principalmente, de maneras menos espectaculares como al compartir la Buena Nueva a un desconocido, cuando te conmueves has- ta las lágrimas con un canto o cuando te alejas de alguna tentación, por ejemplo.

En esta época que en Honduras vivimos momentos difíciles en distintos ámbitos de nuestra vida personal, laboral, familiar, social y nacional, y que seguramente hemos recibido, en diversos formatos, muchos consejos sobre: “lo que podemos hacer para afrontar las crisis”, “lo que deberíamos hacer después de que pase este tiempo de crisis; San Pablo en Efesios 5,18; enseña que para vivir una vida cristiana plena necesitamos estar llenos del Espíritu Santo y que no hay que realizar tareas espectaculares para manifestar su presencia en uno.

 Solamente con andar en paz y humildad, vivir alabando a Dios, amar a las esposas, sujetarse a los maridos, trabajar con esfuerzo, honrar a los padres y otras cosas sencillas y cotidianas que cobran vida bajo la inspiración de la tercera persona de la Santísima Trinidad, son suficientes para lograr un ambiente de armonía. Dejar obrar en nosotros al Espíritu Santo, nos dará la sabiduría, la fortaleza, el consejo, la templanza y la ciencia que nos permitirán hacer nuestro aporte frente a tantas necesidades que hay; pero previo a eso, la acogida del Espíritu Santo, la escucha paciente y constante de la Palabra de Jesús en los evangelios, la oración, la contemplación aportarán el silencio que necesitamos.

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