Editorial |Nuestra voz |Un año llega a su fin, ¡Viva Cristo Rey!

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Para los católicos, el calendario litúrgico marca el año eclesiástico, una secuencia de temporadas y fiestas que se celebran en la liturgia durante un año. El calendario litúrgico utiliza términos y medidas similares a los de un calendario típico, sin embargo, el objetivo del calendario litúrgico es celebrar y comprender el misterio de Jesucristo y la espera de su regreso en la gloria. En cada año litúrgico, celebramos toda la vida y el misterio pascual de Jesucristo y las liturgias celebradas durante los distintos tiempos tienen una música característica, lecturas, oraciones, rituales y colores específicos.

En el caso del año que concluye a través de las lecturas de la Sagrada Escritura que nos han acompañado cada día, hemos ido desgranando la historia y la vida de Jesús y hemos tenido la ocasión de caminar con él; escuchando aquellos pasajes más propios y significativos del Evangelio de San Mateo, especialmente los que no se repiten en otros evangelistas, ya que en su evangelio se da preeminencia a las palabras de Jesús más que a los gestos; se prefiere mostrar al Jesús que enseña a través de los discursos como Sermón de la montaña, el discurso de la misión en el capítulo 10, las parábolas del Reino, la exhortación sobre la vida de la comunidad o la Iglesia y el Discurso sobre los Últimos Tiempos.

Por otro lado, también nos ubicó a Jesús en la historia al darnos su árbol genealógico sin olvidar la fórmula trinitaria del Bautismo. Nos hemos empapado de sus enseñanzas queriendo hacerlas nuestras e intentando llevarlas a la práctica en nuestro quehacer diario como un permanente recuerdo de la presencia del Señor en medio de su pueblo, tanto al principio de su misión como después de la resurrección.

Con ello, se pretende que la seguridad de la presencia del Señor nos aporte una continua confianza ante la labor que como católicos tenemos por delante. El ciclo litúrgico termina con la fiesta de Cristo Rey que evoca el final de la historia humana, cuando todo será glorificado en el Rey Señor de la historia y cuando el último enemigo a vencer: la muerte, sea sometida y ahí toda la creación encontrará su plenitud máxima en Aquel que hizo nuevas todas las cosas.

De ahí, que más que una fiesta litúrgica esta es una profesión de fe, un canto de esperanza, una invitación a iluminar la vida a la luz de Aquel que nos amó y nos amó hasta dar su vida por nosotros. Por eso aquí, celebramos la consumación del proyecto de Dios en su realización plena, total y universal, el destino en el cual estamos implicados y hacia dónde vamos todos.

Un Rey crucificado, que nos encamina a todos, por los senderos del perdón y la misericordia, desarrollando en nuestras conductas actitudes de acogida, de esperanza salvadora, de comprensión y de amor. Con el primer Domingo de Adviento, inicio del nuevo año eclesial, tendremos una nueva oportunidad de vivir todos los misterios de Cristo y la Salvación, a través del evangelio San Marcos mediante el cual se nos muestra la salvación de Jesús no como algo restringido o reducido, sino abierto y universal.

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