Editorial |Nuestra voz |San Juan Bautista y la defensa de los valores cristianos

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El Evangelio de San Lucas inicia su narración precisamente con el nacimiento de San Juan Bautista y las circunstancias maravillosas que lo precedieron. Isabel, estéril y muy anciana, vio cumplirse sus deseos de descendencia al anunciar el ángel Gabriel a Zacarías, su esposo, la llegada de un hijo, al que habría de llamar Juan, un nombre cargado de simbolismo. Hoy la Iglesia se alegra por el nacimiento de San Juan Bautista, precursor del Mesías y elegido desde el vientre de su madre para mostrarlo a los hombres: “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1, 29). Como bien diría Jesús acerca de él: “Profeta, y más que un profeta, el más grande de los nacidos de mujer” (Lc. 7, 26-28), porque la elección divina de Juan desde el vientre materno y los hechos prodigiosos que rodearon su nacimiento fue una forma de resaltar la singularidad de aquel niño y su papel dentro del plan de salvación de Dios.

Y aunque es probable que nuestros nombres no estén relacionados con la vocación precisa a la que el Señor nos llama, será siempre nuestra responsabilidad buscar y encontrar, dentro de la llamada universal a la santidad que todos recibimos, esa vocación especifica que el Señor quiere confiarnos en nuestra vida. Una misión tan personal que nadie podrá realizar en lugar nuestro, y que sólo con la ayuda del Espíritu Santo podremos llevar fielmente a término, a ejemplo del Bautista cuya vida es un ejemplo para nosotros de la seriedad, con la que debemos enfrentar la vida cristiana y nuestro llamado al servicio de Dios y de nuestros semejantes; sin olvidar la misión principal de “preparar el camino” para la venida del Señor (Mateo 11,10) haciendo esfuerzos por ser fieles a la vocación, a la defensa de la fe católica y a la práctica de la caridad cristiana.

La figura de Juan hoy, nos recuerda la vocación a la que hemos sido llamados, como testigos valientes de la Palabra y mensajeros creíbles del amor del Dios. Una misión que recibimos en el Bautismo y que nos impulsa a anunciar, en los desiertos existenciales de nuestro tiempo, el reinado de la vida, del amor y la justicia. También a denunciar cuanto atenta contra el plan de Dios y contra la dignidad de sus criaturas, hechas a su imagen.

Un compromiso de fidelidad que llevó a Juan al martirio. Al igual que Juan, sabemos la importancia del arrepentimiento de los pecados, a fin de vivir una vida santa y justa, por lo que es y era de trascendental importancia señalar y denunciar las inmoralidades de personas como Herodes y los fariseos, que representaban la clase política de su tiempo. Las Escrituras destacan que Juan disfrutaba del beneplácito y simpatía del rey, pero eso no le impidió desnudar las falencias de los gobernantes que les impedían cumplir con su papel de servir como modelos. De ahí que un buen católico no hace alianzas con la inmoralidad, no se colude, no coquetea con el poder, mantiene su integridad y entiende que guardar silencio también es complicidad.

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