Editorial |Nuestra voz |Nuestra responsabilidad cristiana ante los pobres

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Con frecuencia y más de lo que quisiéramos somos testigos directos o formamos parte de la vulnerabilidad extrema en la que se encuentran inmersos miles de personas que a lo único que tienen derecho es al libre acceso a la pobreza o a la miseria; hombres, mujeres, niños, ancianos y jóvenes cuyos rostros y cuerpos se encuentran desfigurados por el hambre, aterrorizados por la violencia, enfermos por las condiciones infrahumanas de vida y desesperados por buscar el sustento para ellos y sus familias. En Honduras, la oficial de Política Económica del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), Jeny Antúnez, externó la preocupación del impacto del desempleo entre la población pues de cada 10 hondureños 8 viven en pobreza y eso los obliga a emigrar del país y además agregó “Vemos con mucha preocupación el tema del empleo y ver que no se está tomando una vía de solución de esta problemática. Los datos del Instituto Nacional

de Estadísticas (INE) nos revelan que al 2022, hay 348 mil personas desempleadas y 2.4 millones con problema de empleo”.

Ante esta situación la reacción más común es alzarnos de hombros y decir “eso es un problema que solo le atañe al gobierno” “¿y yo que puedo hacer?” experimentando la tentación de colocar la situación de pobreza de miles de compatriotas en un absoluto determinismo: “los pobres han estado ahí desde tiempos de Cristo y eso no va a cambiar” y de ese modo se busca un mecanismo eficaz para eliminar la culpa y la angustia que despierta el saber que se tiene una responsabilidad frente a la pobreza. Entre los cristianos católicos siempre ha estado presente la preocupación por la coherencia entre la fe que profesamos y la vida terrenal que vivimos, es así, que el apóstol Santiago planteaba: “¿De qué le sirve a uno, hijos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario les dice: “¿Vayan en paz, caliéntense y coman” y no les dan lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de obras, está completamente muerta” (Sant. 2, 14-17).

En este orden de pensamientos, hombres y mujeres cristianos católicos, no podemos eludir la cuota de responsabilidad frente a la pobreza de nuestros hermanos, ya que la falta de congruencia y solidaridad, que muchas veces descubrimos, entre la fe que profesamos y nuestras actitudes de cada día, nos ha impedido encontrar en la fe la fortaleza necesaria para penetrar los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo ideológico y de la organización de la convivencia social, económica y política de nuestros pueblos. La Iglesia, consciente de esta responsabilidad y en el afán de que quienes nos llamamos católicos logremos ser coherentes con las enseñanzas de Jesús, nos convoca a unir nuevamente, todos los esfuerzos para movilizarnos en torno a los objetivos de esta cita anual y celebrar este domingo 19 de noviembre, la VII Jornada Mundial de los Pobres con el lema “No apartes tu rostro del pobre”.

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