Editorial |Nuestra voz | Miedo al compromiso

Los Pontífices se han detenido en varias ocasiones en el papel de los ancianos en la sociedad

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En las últimas décadas, se ha observado una tendencia preocupante en la juventud contemporánea: el miedo al compromiso. Esta aversión o rechazo se refleja en diversos aspectos de la vida, desde la duración y estabilidad en los empleos, bajas tasas de matrimonio y natalidad, sin olvidar la baja respuesta a las vocaciones religiosas y sacerdotales.

La juventud en la actualidad parece estar enfocada y confundida en vivir el momento, sin pensar en el pasado, ni en el futuro, viajar y experimentar, relegando a un segundo plano la idea de asumir responsabilidades y comprometerse a largo plazo y que se traduce en un miedo irracional al deber, a la obligación, al convenio, pues tienen miedo a asumir riesgos ante un futuro incierto, ya que viven en un mundo cambiante en el que el interés parece fugitivo, efímero, ligado esencialmente a la satisfacción de un instante; creando la primera dificultad para el ingreso al seminario de muchos jóvenes.

Se trata efectivamente de un freno esencial a la disponibilidad de los jóvenes a seguir el llamado de Dios, que sólo se podrá superar dándoles confianza en una perspectiva de esperanza cristiana, a través del ejemplo y la santidad de los que han recibido la llamada, de la fuerza de su testimonio, capaz de atraer a otras personas, empujándolas a confiar la propia vida a Cristo y que se completa asimismo a través de las diferentes propuestas pastorales para los jóvenes. La segunda dificultad, para que los muchachos entren al seminario, según el Santo Papa Juan Pablo II, tiene que ver con la devaluación a los ojos de la opinión pública del ministerio sacerdotal.

“Hoy en día, los contornos de este ministerio pueden parecer todavía poco claros, difíciles de percibir por los jóvenes” por lo que se hace necesario, por tanto, apoyar el ministerio ordenado, darle el lugar que merecen en la Iglesia, en un espíritu de comunión que respeta las diferencias y su auténtica complementariedad” con el laicado. Y finalmente, La “tercera dificultad” y «la más fundamental», según el Papa San Juan Pablo II, afecta a la relación de los jóvenes con el Señor. “Su conocimiento de Cristo es con frecuencia superficial y relativo, mientras que el deseo de ser sacerdote o religiosa se alimenta esencialmente de la intimidad con el Señor, en un diálogo verdaderamente personal, que se expresa ante todo como el deseo de estar con Él”.

“Está claro que todo lo que pueda favorecer en los niños y jóvenes un descubrimiento auténtico de la persona de Jesús y de la relación vital con él, que se expresa en la vida sacramental, en la oración y en el servicio a los hermanos, será benéfico para el despertar de vocaciones”. De tal modo que la única y más efectiva estrategia para revertir y superar la escasez de consagrados y la baja respuesta a las vocaciones entre jóvenes en el mundo de hoy es la: Oración en todas las comunidades cristianas como auténticas escuelas de oración y la santidad de los ya consagrados, acompañándolos para que «sean fieles a su vocación y alcancen la medida más alta posible de perfección evangélica.

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