El pueblo cristiano de Honduras, año tras año, con santo fervor conmemora las festividades del hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de la Concepción de Suyapa, encontrada el sábado 3 de febrero de 1747 por dos humildes campesinos: Alejandro Colindres y el joven Lorenzo Martínez. Han pasado 277 años y los devotos siguen viniendo a saludar a su madre del cielo y Santa Patrona de Honduras en su casa ubicada en Tegucigalpa, una casa que siempre está preparada para recibir nuestra visita. Bajo el lema “María de Suyapa, refugio de amor, consuelo de los a afligidos” en este año 2024, la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la ayuda celestial que como Madre de Dios y Madre nuestra podemos recibir a través de su intercesión en los momentos más difíciles, poniendo bajo su protección nuestra vida, nuestras familias, nuestros enfermos, nuestros planes y proyectos, nuestra amada Honduras.
Muchos son los testimonios de milagros recibidos a través de su intercesión y la mayoría de ellos tienen de alguna manera que ver con sanación, porque cuando el ser humano pierde la salud, se siente impotente para cambiar su situación y es ahí, cuando descubre la necesidad de pedir la intervención divina, de ahí, que la Virgen María de Suyapa es llamada por los católicos hondureños: “Salud de los enfermos”, “Consuelo de los afligidos”, porque cuando se invoca su ayuda se obtiene de Dios la gracia de la curación del cuerpo, sobre todo cuando esta sanación está unida a la salud espiritual pero en otras ocasiones, refieren muchos peregrinos, les ha concedido algo más importante que la salud corporal y es la gracia de entender que el dolor, el mal físico, la enfermedad son circunstancias que el Señor permite en nuestra vida y que pueden ayudarnos en nuestra santificación.
En Ella, encontramos ayuda segura en los momentos difíciles; en Ella, encontramos todas las gracias necesarias para vencer en las tentaciones y conseguir frutos de santidad en el trabajo y en la familia; en Ella, encontramos seguridad, el amor que nunca abandona, el refugio constantemente abierto y la mano que acaricia y siempre consuela. En Ella, encontramos a la Madre del Cielo querida, añorada y amada, a aquella a quien podemos acudir, porque es nuestra Madre, porque está junto a Dios y todo lo puede, pues somos sus hijos muy queridos y junto a Ella, nos sentimos seguros y amados.
Dice un refrán que “Ser agradecido es de bien nacido” por lo que siempre y especialmente en la época que celebramos su hallazgo, es importante darle gracias a nuestra Morenita por ser luz que nunca se apaga y que ilumina las noches oscuras de nuestro país y de nuestro vivir; por ser el apoyo maternal para seguir hacia adelante y no detenernos; por ser quien mantiene nuestra esperanza de alcanzar un día el cielo y de lograr amar de verdad a Dios y a nuestro prójimo y además, por ser quien nos invita a seguir caminando como hijos de la luz sin renunciar a lo más bello y noble que hay en nuestro corazón.