La transformación social es un proceso natural de las comunidades, a través de los años, la sociedad ha ido cambiando mediante el intercambio de ideas en todas las áreas: políticas, científicas, artísticas, tecnológicas, económicas, religiosas, sociales, ecológicas, para mencionar algunas y se han ido desarrollando sistemas en constante evolución, hasta convertirse en la actualidad en una cultura global, a una velocidad sin precedentes, gracias al desarrollo y convergencia de redes audiovisuales y telefónicas con redes informáticas a través de un único sistema de enlace; sin embargo, así como esta transformación ha sido positiva, también se ha dado el desarrollo con resultados negativos.
Hoy en día, es posible percibir muchas consecuencias de esta revolución de las tecnologías de la comunicación, que han puesto a la sociedad en una posición de riesgo e inestabilidad social en este medio cambiante, ambiguo y heterogéneo, de significados culturales y morales que se transforman continuamente, se degradan o se pierden. De ahí, que es primordial centrar la atención en los pilares fundamentales de esta intención y propósito de transformar nuestro entorno social: la familia, la Iglesia y la educación, como núcleos íntimos de convivencia y de formación que representan el potencial para alcanzar una real transformación social. En la actualidad, estos están sufriendo cambios en sus roles y en su estructura por la influencia de la evolución social a su alrededor que amenazan la conservación del sistema cultural que ha identificado a los hondureños a lo largo de su historia.
Frecuentemente, se ha intentado buscar alternativas para lograr el progreso, desarrollo y transformación social en Honduras, haciendo referencia al clima, a los recursos naturales, al sistema legal, a la cultura, al nivel de la educación y de la salud, como a factores económicos y ventajas competitivas, a modelos de desarrollo, a alcances tecnológicos, a teorías filosóficas y científicas, etc. Sin duda, todos ellos son muy valiosos y considerables esfuerzos para lograrlo, pero ninguno de estos aspectos se dirige a la real raíz del problema que tiene que ver con el capital ético y moral en la sociedad, esa capacidad de generar cohesión, ya que las características morales del ser humano, la fe, los valores y las normas de ética son elementales para el desarrollo de la vida y forman parte de toda práctica social.
A esto, se le une otra de las grandes dificultades a la hora de buscar un cambio o transformación positiva: el abismo cada vez más profundo que hay entre el ideal y la realidad y por lo tanto, la poca identificación de las personas con los valores y los ideales, porque además del capital económico, el social y el cultural, hay que considerar el fortalecimiento de la familia, como principal fundamento de la sociedad, la Iglesia, como una extensión de la misma y la escuela, como promotor del conocimiento, la cultura y los valores sociales, formadores de la identidad y del desarrollo del comportamiento que trae consigo el fortalecimiento de la sociedad al convertir las relaciones sociales en pactos basados no en la negociación de beneficios, sino en los ideales de la fe, la ética y la moral.