TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Cada 26 de julio la Iglesia Católica celebra a San Joaquín y a Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María y, por ende, abuelos de nuestro Señor Jesucristo; quienes son considerados patrones de las vocaciones, especialmente de aquellos que se dedican a la vida familiar y religiosa; su ejemplo de fe y entrega a Dios inspira a quienes buscan una vida de servicio en la Iglesia ya que fueron y siguen siendo modelos de padres que consagraron a María al servicio de Dios desde temprana edad, lo que refleja la importancia de la entrega a Dios y la apertura a su llamado vocacional.
En el Magisterio de la Iglesia, esta celebración, además de honrar a los abuelos y ancianos, nos ayuda a recordar la importancia, a través de las figuras de San Joaquín y Santa Ana, de cuál es la importancia de los abuelos dentro de la familia, en especial, en el aspecto educativo; porque los abuelos juegan un papel crucial en la formación vocacional de los jóvenes dentro de la Iglesia, actuando como transmisores de la fe, modelos a seguir y fuente de sabiduría y experiencia.
Su influencia es decisiva en la orientación vocacional, ayudándoles a descubrir y cultivar su llamado a servir a Dios y a la Iglesia. “¡Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza!” (cf. Ecl 14,2) Estas palabras, tomadas del libro del Eclesiástico, expresan la bienaventuranza de los ancianos y señalan la esperanza puesta en el Señor como camino hacia una vejez cristiana y reconciliada y es también el tema de la 5ª Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores, que se celebrará el domingo 27 de julio 2025 y en ese contexto, el Papa León XIV nos invita a través de su mensaje a considerar a “las personas ancianas desde esta perspectiva jubilar” y nos llama a “vivir con ellas una libe- ración, sobre todo de la soledad y del abandono”.
Además, nos recuerda que “Este año es el momento propicio para realizarla;” porque “la fidelidad de Dios a sus promesas nos enseña que hay una bienaventuranza en la ancianidad, una alegría auténtica- mente evangélica, que nos pide derribar los muros de la indiferencia, que con frecuencia aprisionan a los ancianos.” Y nos exhorta que “Frente a esta situación, es necesario un cambio de ritmo, que atestigüe una asunción de responsabilidad por parte de toda la Iglesia. Cada parroquia, asociación, grupo eclesial está llamado a ser protagonista de la “revolución” de la gratitud y del cuidado, y esto ha de realizarse visitando frecuentemente a los ancianos, creando para ellos y con ellos redes de apoyo y de oración, entretejiendo relaciones que puedan dar esperanza y dignidad al que se siente olvidado”.
“En el libro del Génesis” no dice el Papa León XIV “encontramos el conmovedor episodio de la bendición dada por Jacob, ya anciano, a sus nietos, los hijos de José. Sus palabras los animan a mirar al futuro con esperanza, como en el tiempo de las promesas de Dios (cf. Gn 48,8-20)”. Porque “La vida de la Iglesia y del mundo, en efecto, sólo se comprende en la sucesión de las generaciones”.