Editorial |Nuestra voz |La resurrección de Jesús nos libera de la corrupción

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La debilidad y la ambición del ser humano por el dinero viene desde muy lejos; es probable que la traición de Judas Iscariote a Jesús haya sido la primera que quedó documentada y cuyo relato se mantiene vigente y perdura en el tiempo como ejemplo de lo que podemos hacer por unas cuantas monedas, situación que hoy en día en muchos países ha tomado dimensiones dantescas. La corrupción no es algo exclusivo de hoy, sino que, al formar parte de la esencia del hombre después de que desobedeció a Dios en el Edén, ha existido desde la noche de los tiempos.

 También en la época en la que el Señor Jesucristo desarrolló su ministerio público, se daban comportamientos corruptos entre los propios líderes religiosos, así como en otros estratos de la sociedad, por ejemplo, la purificación del templo llevada a cabo por el Maestro, que mencionan los cuatro evangelistas, destapa un dramático caso de corrupción por parte de los Saduceos y Fariseos en contubernio con los mercaderes y cambistas. Por eso el Maestro no se lo pensó dos veces y haciendo un azote de cuerdas los echó fuera a todos porque habían convertido la casa de oración en una cueva de ladrones. Jesús se mostró absolutamente inflexible e intransigente contra esta corrupción, sin embargo, en la actitud de Jesucristo es necesario reconocer algo trascendental, porque al rechazar semejante comportamiento corrupto, no le da la espalda al corrupto arrepentido.

En efecto, Jesús eligió entre sus discípulos a Mateo, o Levi hijo de Alfeo, que era uno de esos recaudadores de impuestos despreciados por el pueblo de Israel (Mc. 2,14) y a Zaqueo, jefe de los publicanos o recaudadores, que era necesario que morase en su casa aquel mismo día. Algo increíble e insólito para la mentalidad tradicional judía, acostumbrada a considerar que un Maestro hebreo que interpreta los textos sagrados, jamás debía entrar en casa de un pecador. El tiempo de Pascua ofrece una oportunidad única para que la persona corrupta pueda dejar de serlo cuando Jesús Resucitado entra en su vida y le hace nacer de nuevo.

La salvación es para quien reconoce que está perdido y necesita el perdón de Dios; por supuesto que la transparencia obligatoria de las instituciones y la exigencia de responsabilidades mutuas puede ayudar a combatir la corrupción, pero lo fundamental y prioritario será siempre la honestidad individual. La Palabra de Dios afirma que el amor al dinero es raíz de todos los males y cada persona debe elegir entre dos opciones vitales contrapuestas: seguir el ejemplo negativo del joven rico que cumplía todos los mandamientos, pero le faltaba desprenderse de las riquezas materiales para acceder al tesoro en el cielo o la de Zaqueo que ofreció devolver todo lo robado y darlo cuadruplicado.

Frecuentemente, las muchas posesiones conducen al egoísmo y al afán por poseer o acaparar, a costa de lo que sea, olvidándose así de nuestros semejantes, olvidándose que existe también otras opciones como el arrepentimiento, la transparencia y la generosidad que brinda a todos los seres humanos el Evangelio de Jesucristo.

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