Las familias representan un semillero para las vocaciones sacerdotales y religiosas, pues una familia con profunda fe y con una práctica religiosa constante y abierta al llamado de Dios, es un terreno fértil para hacer florecer las vocaciones en su seno, o al menos, es lo que se espera como consecuencia lógica aunque en realidad no existe una relación absoluta, pues en el proceso entran a terciar muchas ideas que son contrarias al fomento de las vocaciones y que han tomado fuerza en los últimos tiempos.
Afortunadamente, la historia atestigua que Dios escribe recto, en caminos torcidos, de ahí, que descubrimos que muchos de los santos: hombres y mujeres de bien dedicados al sacerdocio y a una vida consagrada, no vivieron en un ambiente religioso en su familia, sino que muchos recibieron el llamado de Dios y lo aceptaron, pese a haber pertenecido a una familia con ideas contrarias a la fe, de tal modo que la Gracia de Dios y la oración por las vocaciones y las acciones “humanas”, educativas y ejemplares que vivieron, también entraron en juego de un modo admirable.
Existen muchas familias, que son un modelo de fe y de práctica religiosa y a pesar de eso ninguno de sus miembros ha elegido ser sacerdote o religiosa y la pregunta obligada es: ¿Se ha debido esto a que ningún miembro de estas familias ha recibido el llamado de Dios, o existen otros factores que han provocado que, si bien existió dicho llamado, el mismo haya sido rechazado o postergado? y las respuestas y circunstancias son tan variadas como familias hay en el mundo.
De ahí que, si escudriñamos descubrimos que existen familias que se dicen católicas practicantes y a menudo son obstáculo a la vocación de sus hijos, pero también, las hay que asumen con gran responsabilidad la tarea delicada de fomentar, preparar, cultivar y defender las vocaciones que Dios suscita en su familia mediante el enriquecimiento de su entorno con valores espirituales y morales, con una religiosidad convencida, una consciencia iluminada y un exacto conocimiento de la vocación, demostrando a los hijos confianza y respeto a su libertad desde temprana edad, sabiendo que el Espíritu Santo actúa en sus almas desde el Bautismo.
La comunidad también juega un rol muy importante en la respuesta positiva a la vida sacerdotal y religiosa a través del fomento de un ambiente en el cual se destaca de manera positiva el quehacer de la Iglesia, el respeto por aquellos que decidieron dedicar su vida al servicio de Dios y la misericordia por aquellos que a pesar de haber dedicado su vida a la Iglesia no han sido fieles a su vocación, porque ellos representan la parte humana de la Iglesia. La oración comunitaria, a través del encuentro con Jesús en la Eucaristía y en el Sacramento de la Penitencia, pidiendo por todos aquellos que decidieron dar el sí al llamado para que sean santos, felices y generosos es un testimonio público del agradecimiento profundo a Dios por suscitar el florecimiento de obreros para cuidar al pueblo de Dios.