Editorial | Nuestra voz | La Biblia: fuente de una vida de fe, de esperanza y de amor

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Para nosotros, los Cristianos Católicos, septiembre es el mes de la Biblia porque el 30 de este mes, el santoral recuerda a San Jerónimo, el hombre que dedicó su vida al estudio y a la traducción de la Biblia del griego, del hebreo y del arameo al latín. A esa traducción se le llamó la Vulgata o edición para el pueblo. Gracias a este impresionante e importante aporte de San Jerónimo, quien murió en Belén el 30 de septiembre del año 420 a sus 80 años, la Biblia es la escritura más completa que recoge la palabra de Dios, a través de mensajes, testimonios, profecías, proverbios, salmos, reflexiones, epístolas, y demás.

Considerada hoy una fuente inagotable e irremplazable de sabiduría, el manual del usuario para nuestras vidas; porque nos da instrucciones para ayudarnos a conocer a Dios. La naturaleza nos muestra que Dios es poderoso, creativo y organizado, que le gusta la variedad, pero solo en las Sagradas Escrituras, Dios revela muchas otras cosas sobre sí mismo. Durante este mes, la Iglesia Católica llama a la población a descubrir la misericordiosa provisión de Dios para un alma en busca de dirección, ayuda y consejo.

Sus páginas representan el mapa que guía el curso de nuestra vida, para vivir bien en este mundo que representa un desafío constante, en el que el pecado está presente, y nos distrae con gran facilidad, ya que existe el riesgo de no saber cómo vivir nuestra vida, manteniendo inamovible nuestra fe y a no ser seducidos durante nuestro paso por la tierra camino al cielo prometido. Sin embargo, la Iglesia nos exhorta a escudriñar las Sagradas Escrituras y encontrar en ella la Verdad bajo la guía que nos da nuestra Santa Iglesia, tal como lo expresó su Santidad el Papa Juan Pablo II sobre la Interpretación de la Biblia en la Iglesia, en un discurso que fue pronunciado el 23 de abril de 1993, durante una audiencia conmemorativa de los 100 años de la Encíclica “Providentissimus Deus” (La providencia de Dios) del Papa León XIII (noviembre de 1983) y de los cincuenta años de la Encíclica “Divino Afflante Spiritu” (Por inspiración del divino Espíritu) del Papa Pío Xll (septiembre de 1943), ambas dedicadas a los estudios bíblicos.

Muchos creen que un cristiano ferviente y devoto que pida sinceramente la ayuda del Espíritu Santo, es capaz de interpretar la Biblia sin error, pero eso no es cierto, la interpretación de las Sagradas Escrituras, en la Iglesia Católica, es fruto de un trabajo colegial y proseguido con perseverancia durante muchos años; porque la interpretación de la Sagrada Escritura es de importancia capital para la fe cristiana y la vida de la Iglesia. “En los Libros sagrados, como nos ha recordado muy bien el Concilio Vaticano II, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual” (Const. Dei Verbum, 21).

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