Editorial | Nuestra voz | Cuando Dios rompe el silencio

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En Honduras, julio es conocido como el Mes de las Vocaciones, un tiempo dedicado a la oración y promoción de las diferentes vocaciones dentro de la Iglesia Católica, es un tiempo en el que se nos invita a meditar en Jesús, a volver a mirar con esperanza el llamado que hace Dios a cada uno y a reconocer que Él es el centro y la razón. Vivir una vocación es mucho más que tomar una decisión, es responder a una invitación de fe y esperanza; reconociendo que la vocación no es un privilegio de algunos, sino un llamado para todos.

Por eso, la Iglesia reconoce diversas formas de vivir este llamado: el sacerdocio, el matrimonio, la vida consagrada, el diaconado permanente y la vocación laical. Cada una de ellas, con su riqueza, aporta vida, testimonio, esperanza y sentido a la comunidad. La promoción de las vocaciones en la Iglesia Católica es una tarea fundamental que implica el cultivo y discernimiento de las llamadas de Dios a diferentes estados de vida, especialmente al sacerdocio y la vida consagrada, pero también al matrimonio y la soltería.

Se trata de un proceso que involucra a toda la comunidad eclesial, se celebra con diversas actividades, incluyendo celebraciones eucarísticas, jornadas de oración, testimonios personales, acompañamiento espiritual, formación y campañas de sensibilización sobre la importancia de descubrir y responder al llamado de Dios. El objetivo es animar a los jóvenes a discernir su camino de vida y a comprometerse con el servicio a la Iglesia y a los demás.

En un tiempo y en un mundo en donde nos encontramos con frecuencia con personas que viven sin vocación, sin una identidad propia y sin un sentido de su propia existencia que provoca tantos desequilibrios afectivos y psicológicos, el llamado a ser testigos de que el Reino de Dios ya está entre nosotros, y que vale la pena entregarse por entero al amor de Cristo, se vuelve indispensable.

En las Sagradas Escritura encontramos muchos relatos del llamado de Dios a su servicio, pero hoy queremos destacar el llamado de Samuel y la importancia de la obediencia, la humildad y la disposición a escuchar la voz de Dios, incluso cuando no se reconoce inicialmente. Samuel, a pesar de su juventud y falta de experiencia, demostró una actitud receptiva y obediente, aprendiendo a reconocer la voz de Dios a través de la guía espiritual de Elí, quien ayudó a Samuel a identificar la voz de Dios y a entender su llamado, lo que provoco su respuesta: “Heme aquí Señor”.

Este relato enfatiza que Dios llama a quienes están dispuestos a servirle, independientemente de sus habilidades o conocimientos previos. En resumen, la promoción de las vocaciones es responsabilidad de todos los miembros de la Iglesia, no solo de los consagrados o sacerdotes; es un esfuerzo continuo y crucial que requiere la formación integral, tanto humana como espiritual para que cada persona pueda descubrir y responder a la llamada de Dios en su vida, porque un acompañamiento cercano y personalizado ayuda a los jóvenes a discernir su vocación y a crecer en su relación con Dios.

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