Editorial |Nuestra voz | Creer en la Resurrección es confiar en un Dios que da vida

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Este domingo 9 de abril inicia la celebración más importante de nuestra fe, es la fiesta central del cristianismo católico, en la que se conmemora, de acuerdo con los evangelios canónicos, la resurrección de Jesucristo al tercer día después de haber sido crucificado, es el acontecimiento que sustenta y da cuerpo a la Santa Iglesia Católica y hay diferentes modos de referirse a este domingo que marca el inicio del tiempo litúrgico de 50 días de Pascua de Resurrección, es así que en algunos lugares del mundo católico se habla de Domingo de Resurrección, Domingo de Pascua de Resurrección, Domingo de Pascua Florida, esta conmemoración marca el final del Triduo Pascual y por consiguiente de la Semana Santa, en la que se conmemoró la muerte y resurrección de Jesús.

Por esta razón la celebración del Domingo de Pascua es la más grande del Año Litúrgico, pues como dice San Pablo: si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe y escasa sería nuestra esperanza. En este acontecimiento tan trascendental, en una época en que las mujeres eran una sombra relegada a la intimidad del hogar, María Magdalena y un grupo de ellas se convirtieron en las protagonistas y testigos en la mañana de Pascua.

Ellas descubren, al ponerse en camino hacia la tumba del Maestro, cuando aún era de madrugada en el primer día de la semana, el gran acontecimiento de la historia; la piedra separada del sepulcro y lo más desconcertante de todo: la tumba vacía. Ponerse en camino movidos por el amor, es el primer paso para encontrarnos con aquel que vive, porque ha vencido la muerte y para declarar que no entendemos nada, pero que algo grande ha ocurrido, por eso corren a dar la noticia de que Dios, fiel a su Palabra, resucitó a su Hijo y con Él nos da la oportunidad de vivir una vida nueva.

La experiencia de María Magdalena, María, la esposa de Santiago y Salomé y la de Pedro, es nuestra propia y diaria experiencia: tampoco nosotros hemos visto a Jesús Resucitado, solo hemos constatado el vacío de una tumba, pero en lo más profundo de nuestro corazón, hemos experimentado la vida nueva, la cercanía de Dios que vive, de Jesús Resucitado. Al comer y beber su Cuerpo y su Sangre, hemos logrado superar el escándalo de ese viernes santo cruel y se abre ante nuestras vidas un horizonte infinito: el Señor ha resucitado ¡y hay que celebrarlo!, ha vencido toda muerte y opresión y ni el pecado ni el mal tienen ya poder sobre nosotros que hemos compartido su mesa en la Santa Eucaristía.

Es tiempo para la alegría y el gozo, para la vida nueva, para buscar las cosas de Dios, La Pascua nos ofrece la oportunidad de actualizar nuestro Bautismo y de profesar con convencimiento nuestra fe en Jesús que, según las Escrituras, ha resucitado de entre los muertos. Es Pascua, hay que vivir y revivir la resurrección de Jesús porque su vida es la levadura que hará fermentar nuestra vida y la del mundo entero. Ha resucitado ¡Aleluya!

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