La Iglesia Católica da inicio a un nuevo año litúrgico, que comienza este domingo 27 de noviembre 2022 con el primer domingo de Adviento y concluirá con la fiesta de Cristo Rey el domingo 26 de noviembre de 2023. Durante este ciclo la Iglesia celebra el misterio de Cristo, desde su nacimiento hasta su última y definitiva venida, llamada parusía, por esa razón es que se dice que el año litúrgico es una realidad catequética y salvífica: una finalidad catequética, porque asistiendo a la Eucaristía cada día se puede aprender y celebrar los misterios de la salvación en las sucesivas etapas del misterio del amor de Dios, cumplido en Cristo y salvífica porque en cada momento del año litúrgico, recibes la gracia especifica de ese misterio que estás viviendo. Por ejemplo, la gracia de la esperanza cristiana y la conversión del corazón para el Adviento; la gracia del gozo íntimo de la salvación en la Navidad; la gracia de la penitencia y la conversión en la Cuaresma; el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte en la Pascua; el coraje y la valentía el día de Pentecostés para salir a evangelizar; la gracia de la esperanza serena, de la honestidad en la vida de cada día y la donación al prójimo en el tiempo ordinario, Etc.
Así puedes apropiarte de los frutos que Cristo nos trae aquí y ahora para nuestra salvación. Y puedes progresar en la santidad y prepararte para su venida gloriosa o parusía. En la carta apostólica Spiritus et Sponsa (2003), el Papa San Juan Pablo II, nos dice que el año litúrgico es el “camino a través del cual la Iglesia hace memoria del misterio pascual de Cristo y lo revive” (n.3), y precisamente, “hacer memoria” no es solamente recordar, sino volver a vivir los acontecimientos de la historia de la salvación. Esto se hace a través de las fiestas y celebraciones, en las que se conmemoran y actualizan los acontecimientos más importantes del plan de salvación. Durante el año litúrgico hacemos memoria de los hechos históricos de nuestra salvación; de esta manera en la liturgia estos hechos son actualizados y convertidos, bajo la acción del Espíritu Santo, en fuente de gracia divina, aliento y fuerza para nosotros. Como vemos, gracias al año litúrgico, las aguas de la redención nos cubren, limpian, refrescan, sanan, curan, aquí y ahora a través de los sacramentos de tal modo que cada día, cada semana, cada mes de un cristiano católico no pueden ser tristes, monótonos o sin gracia. Quienes nos acercamos cada día a la cena del Cordero a comer y beber su Santísimo Cuerpo, recibimos la salvación y la vida divina, además de la alegría y el júbilo de ser liberados de nuestros sufrimientos, conflictos interiores, miedos, tristeza, Etc. No pongamos más excusas, hagamos en este inicio de año litúrgico el propósito de conocer y valorar la Santa Misa, porque solo se ama lo que se conoce y cuando logremos conocer más lo que se vive en la Misa, aprenderemos a darnos cuenta que no hay ningún acto con más valor en el mundo que este.