Editorial | Nuestra voz | Benedicto XVI: un legado fecundo que tardará años en ser aquilatado

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Joseph Aloisius Ratzinger era el nombre secular del que fuera el 265 Papa de la Iglesia Católica, el cual optó por el nombre de Benedicto XVI para ejercer su Papado, creció en el seno de una familia profundamente católica; en su autobiografía decía “Siempre di gracias de que mi vida estuviera ligada a la celebración de la Pascua”, destacando con esto la importancia de asistir a la parroquia de su pueblo en donde recibió su primera formación como católico. Ha fallecido en Roma a los 95 años en el último día del año 2022, después de una vida intensa, vivida en medio de dos guerras mundiales y una ideología nazi que amenazaba el mundo con el totalitarismo, el fanatismo y la dictadura, que lo llevó a estar siempre en guardia y a velar por la pureza del dogma católico a pesar de las críticas sobre su perfil conservador.

No hay duda, que el Papa Emérito Benedicto XVI será recordado por conmocionar al mundo el 11 de febrero de 2013, cuando anunció en latín que renunciaba y argumentó que era demasiado viejo y frágil para dirigir una institución con más de 1.500 millones de miembros, pero ese acontecimiento jamás podrá empañar su legado de un magisterio fecundo tanto en el aspecto intelectual, espiritual y social, que tomará décadas aquilatarlo. Como hombre de fe fue valiente e incomprendido, pues con absoluta claridad y sin ambigüedades, dijo no a los abusos por parte de algunos miembros de la Iglesia. Solo basta con revisar la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis (2007), que Benedicto XVI publicó siendo Papa, para descubrir su incansable afán por conservar la tradición ante el embate de ideologías extrañas que buscan destruir los valores fundamentales y no negociables para un católico, tales como el respeto y defensa de la vida, familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común. Señalaba con autoridad que quienes nos declaramos católicos debemos ser coherentes en nuestro pensar y actuar porque “el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe”.

“Esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales”. Siendo consecuente con esas principios, durante su periodo como Líder espiritual de la Iglesia Católica, Benedicto XVI subrayó, a través de una carta apostólica, su compromiso en la adopción de los principios y los instrumentos jurídicos promovidos por la comunidad internacional para luchar contra el “fenómeno de blanqueo de dinero y de financiación del terrorismo” y tuvo un papel determinante en la revisión del sistema penal canónico e instruyó para que dicha ley fuera aplicada en todos los órganos de gobierno de la Iglesia. Sus reflexiones y enseñanzas sobre la solidaridad, es un verdadero motor de desarrollo y promoción de la justicia social que acompaña el trabajo en favor de las mayorías. ¡Dios que es rico en misericordia sea benigno con su alma! Q.D.E.P.

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