Según el nuevo censo electoral son unos 662,363 jóvenes nuevos votantes en las elecciones primarias de marzo. Si hacemos cuentas, eso significa que ellos pueden determinar el curso de una elección, pero la realidad es que el panorama político para los jóvenes parece no tener ningún atractivo, ni interés.
Basta con hacer una encuesta entre los jóvenes que están a nuestro alrededor para descubrir que ellos están poco o nada interesados en asuntos de política, las motivaciones son muchas y muy distintas pero el resultado es el mismo de manera reiterativa: los jóvenes no salen a votar, no militan en partidos, no leen los periódicos, no opinan sobre cuestiones políticas; el bien común no forma parte de su escala de valores y ven a la política como algo sucio no como una manera de servir al prójimo.
Este pesimismo y falta de interés no es una mera percepción, pues según cifras oficiales en las elecciones del 2017, a pesar de que fue una de las elecciones más concurridas poco más de la mitad de los jóvenes de 20 a 29 años de edad acudieron a las urnas. Los jóvenes que tienen la oportunidad de emitir su voto por primera vez tienen algo que los atrae a participar en este tipo de ejercicios democráticos, la emoción de la primera vez, pero a partir de los 20 años ese deseo se pierde básicamente porque los partidos no tienen propuestas políticas que den respuesta a sus intereses, además de que la cantidad y calidad de los candidatos jóvenes que ofrecen los partidos nuevos o tradicionales no son confiables.
Históricamente los jóvenes en los partidos políticos han sido considerados como parte de la estructura de apoyo (los que pegan afiches, los que organizan la comida para los participantes en una concentración) pero rara vez como candidatos. Para un sistema que pone trabas tácitas o explícitas a la participación de los jóvenes en el sistema de partidos, la situación se complica con el paso del tiempo. Menos interés de los jóvenes por la política en general y menos candidatos jóvenes, solamente aseguran una menor participación de esta población en las elecciones, asegurando así la perpetuación de la clase política actual; imposibilitando la transición generacional, tan necesaria para refrescar las antiguas estructuras.
Independientemente de su edad, la participación activa de los jóvenes en todos los aspectos relacionados con la política: votar, ser votados entre otros, es una prioridad que se debe impulsar para que puedan con sus preferencias introducir en el discurso de éstos, nuevos temas, nuevas dinámicas y nuevas formas de concebir y de hacer la política. Pero no es responsabilidad del Gobierno, ni de los partidos políticos hacer los cambios, es obligación de jóvenes bien nacidos buscar cambiar los paradigmas de que la política divide, pues en ella, se manifiestan las oposiciones y las divergencias de valores y convicciones de que la política mancha porque es un pantano de corrupciones, donde solo sobreviven los que abusan del poder y que la política no es el mejor lugar para servir, pues es mucho mejor comprometerse en las causas humanitarias.