EDITORIAL | El perdón: fruto de la Cuaresma

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Con el Miércoles de Ceniza, esta semana ha comenzado la Cuaresma, un tiempo en el que todos estamos especialmente llamados a la conversión y a la reconciliación; es un periodo de preparación, purificación, reflexión, reconciliación con Dios el hermano y la conversión espiritual. En este tiempo se llama a los fieles a guardar ayuno y penitencia, tal como lo hizo Jesús en el desierto, antes de su salida a la vida pública. La llamada del Buen Pastor llega y nos invita a hacer nuestro mejor esfuerzo para que este tiempo no pase como el agua sobre las piedras sin dejar rastro, nos insiste en que debemos transformarnos y convertirnos en personas distintas traducido en hechos y actos concretos en bien de otros, manteniendo la fe, la esperanza y la caridad. En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios que sigue cuidando de su creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (Cf. Carta Encíclica Laudato si’, 32-33;43- 44).

Es esperanza en la reconciliación, a la que San Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Cor 5,20). Al recibir el perdón en el sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. “El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad” reflexiona el Papa Francisco en su mensaje en esta Cuaresma.

Dios como padre bueno, compasivo y misericordioso perdona siempre todas nuestras faltas y pecados. Dios perdona todo si el hombre humildemente se reconoce pecador y nos urge a perdonar a los otros tantas veces como sea necesario, como dice Mateo 18, 21. Pero ¿Qué es perdonar?: Es renunciar y olvidar completamente una ofensa recibida no guardando resentimientos, ni rencor ya que la falta de perdón nos lleva al fracaso. Una persona que no ha aprendido a perdonar tiende a vivir una vida sin paz y tranquilidad en su mente y en su corazón.

Las ofensas de nuestros semejantes duelen mucho máxime cuando se trata de las personas más cercanas, pero saber perdonar nos llevará a la liberación de algo que nos esclaviza y nos ayudará a conseguir el perdón de Dios; porque quien sabe perdonar y olvidar las ofensas se asemeja a su creador y es a lo que debemos aspirar esta Cuaresma. Es una oportunidad para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. Pero tienes que decidirte a seguir el camino de la entrega: la Cruz a cuestas, con una sonrisa en tus labios, con una luz en tu alma. Bien vivida, la Cuaresma nos prepara para una auténtica y profunda conversión personal, para participar en la fiesta más grande del año: el Domingo de la Resurrección del Señor

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