“Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás vendrá por añadidura”

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Para este vigésimo noveno domingo del Tiempo Ordinario, en la homilía de Monseñor José Vicente Nácher leída por el diácono permanente Hugo Mejía en la Catedral Metropolitana San Miguel Arcángel nos dice que Jesús cierra su controversia con los opositores con esta frase: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Para no caer en dudas ni ambivalencias, podemos recordar al propio Jesús, cuando dice claramente: “buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás vendrá por añadidura”.

Pero ya la primera lectura, como suele ocurrir, nos orienta para una mejor comprensión escuchemos al profeta Isaías decir con claridad: “yo, vuestro Dios, soy el Señor y no hay otro”, porque “los dioses de los gentiles son apariencia y vacío”, insiste el salmo.  Frases que es bueno recordarlas con frecuencia, cuando tantas ofertas de supuesta salvación nos llegan por distintos medios. Dice el arzobispo capitalino en la homilía de este domingo.

También se nos recalca que este pasaje es continuidad de las tres parábolas que escuchábamos en los domingos pasados: la del hijo que dice sí pero no va, la de los viñadores asesinos, y la de los invitados que rechazan el banquete del señor. En los tres casos se trataba de una clara denuncia de las resistencias de los judíos a la novedad de Jesús. No sorprende, pues, que busquen cómo hacerlo caer. Y astucia no les falta, porque ¿cómo salir de esa disyuntiva en que lo ponían, entre las tendencias colaboracionistas con el imperio y las revolucionarias de enfrentamiento frontal con los romanos?

Si aquellos personajes querían comprometer a Jesús con preguntas capciosas, hoy algunos quieren comprometer a la Iglesia con dudas rebuscadas, parciales y maliciosas. ¿Por qué somos tan rápidos a creer las críticas y murmuraciones? Además, en este caso ¡contra nosotros mismos y nuestra amada Iglesia! Nos conformamos con mensajes cortos pero incisivos, con apariencia de razón, pero dirigidos a las emociones primarias de subsistencia.

Y nos sigue explicando para que comprendamos la parábola de este día “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, no significa repartirnos de forma más o menos equitativa. Como si dijéramos “un tiempo para Dios y un tiempo para mí”, ¿acaso algo bueno de mí no proviene de Dios?, ¡todo lo que soy y tengo es de Él! O como si algo de lo que yo necesito a Dios le fuera indiferente, ¡Él es mi Padre providente! La distinción o separación entre lo que es “del mundo” y “lo divino” no cabe en nosotros, creados por Dios a su imagen y semejanza. Mientras la Imagen del César alcanza hasta los lugares en los que esa moneda pudo llegar, lo que es de Dios alcanza a todo tiempo y lugar donde viva un ser humano, al cual definimos como imagen del Padre, templo del Espíritu, seguidor del Hijo.

En el mensaje nos termina diciendo que, la respuesta de Jesús, solo es una constatación de que los cristianos viven y conviven en diferentes culturas y sociedades, pero nunca olvidan la prioridad absoluta de su Creador, el “que es todo en todos”. No hay confusión ni dudas, sino iluminación de la realidad desde la fe. Por ello se nos repite: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia”.

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