El árbol navideño, más que una costumbre que para muchos no es cristiana, es un signo de la vida que florece y se ilumina porque Cristo llena con su gozo la historia de la humanidad. Las luces alegran, los adornos hablan de fiesta, la estrella que lo corona es signo de Jesús, luz del mundo. En familia, la cabeza del hogar dice, con fe:
OREMOS
Bendito seas, Señor y Padre nuestro, que nos concedes recordar con fe en estos días de Navidad los misterios del nacimiento del Señor Jesús. Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol y lo hemos embellecido con luces, con la ilusión de celebrar la navidad del Salvador, que podemos vivir también a la luz de los ejemplos de la vida de tu Hijo y ser enriquecidos con las virtudes que resplandecen en su santa infancia. Gloria a Él por los siglos de los siglos. R. Amén. Al final, todos los presentes, santiguándose, dicen: En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo