Cuarenta días después de haber conmemorado la resurrección del Señor, la Iglesia nos invita a celebrar la Ascensión de Jesús a los cielos, una fiesta que en algunos sitios se celebra el jueves que se cumplen los 40 días y en otros lugares, por una medida pastoral, se pasar para el domingo. Muchos confunden esta fiesta con la Asunción de la Virgen María y llegan a pensar que se trata de lo mismo, pero no es así. Aquí te explicaremos la diferencia.
Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre, con ambas naturalezas: humana y divina. Cuando Él fue al cielo en cuerpo y alma al final de su vida terra, Él lo hizo con su propio poder. Jesús mismo fue el agente activo del milagro. Jesús ascendió al cielo.
En cambio María es una criatura de Dios, dependiente enteramente de la gracia de Dios para todo. Ella no fue al cielo con su propio poder, sino que fue llevada al cielo por Dios. Es decir, fue el agente pasivo del milagro. María fue asunta al cielo.
La teología católica generalmente es muy cuidadosa con estas palabras. Hay que tener en cuenta que pequeñas diferencias en terminología pueden tener enormes implicaciones en cuanto a su real significado.
Similar pero no igual
Si bien, en ambos casos se trata de la subida a los cielos, en el mundo católico se aplica el término “asunción” a la Virgen María (por antonomasia: ‘hecho de ser elevada al cielo la Virgen María en cuerpo y alma’) y “ascensión” a Jesucristo (también por antonomasia: ‘subida de Cristo a los cielos’). En ambos casos, tanto para referirnos a la Asunción de la Virgen María y a la Ascensión de Jesucristo, como cuando aludimos a las respectivas fiestas que celebra la Iglesia católica, las palabras Asunción y Ascensión se escriben con mayúscula inicial.
Conclusión
La diferencia reside en que Jesús ascendió al cielo por su propio poder, pues siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, con la omnipotencia de su divinidad ascendió para sentarse a la derecha de Dios Padre.
La Virgen María, por su parte, y debido a que Dios no permitió que viera corrupción el vientre donde Él decidió que se encarnara Su Divino Verbo, vientre que sirvió de Tabernáculo santo, fue asunta al cielo en cuerpo y alma por la voluntad y la fuerza de Dios.