¿Sabes cómo conquistaron los españoles a los indígenas de América? Con el ligero movimiento de unos espejitos.
El reflejo intenso del sol en ellos despertaba el asombro de los aborígenes ante un brillo nunca antes visto, y aunque eran dueños de grandes tesoros naturales y de cuantiosos metales preciosos, decidieron cambiarlos por los espejitos. La gran riqueza que poseían era de inmensurable valor, sin embargo, no brillaba tanto, y lo atractivo de la novedad pasó a ser más importante que la solidez de sus riquezas.
En la Biblia encontramos un pasaje similar donde Esaú decide perder su primogenitura, sus privilegios y su bendición por comerse un plato de lentejas, es decir, que la grandeza de las promesas de Dios, su misión y propósito de vida fueron nublados por el deseo de satisfacer un apetito pasajero.
Es muy posible que algunas personas que abandonan la Iglesia les suceda lo mismo que Esaú o los indígenas precolombinos, y que una doctrina exótica o un brillo diferente en nuevas propuestas de experimentar la fe, hagan menospreciar las enseñanzas de la Iglesia que el mismo Jesús fundó y que la Sucesión Apostólica y el Magisterio nos garantizan que ese Evangelio que recibimos hoy es el mismo que vivieron los primeros cristianos.
La Iglesia es Madre, y ningún buen hijo abandona a su madre para buscarse una madre mejor, al contrario, el honor de la madre siempre se defiende y se protege, aún con sus virtudes y sus defectos.
No existen suficientes justificaciones para abandonar a la única esposa legítima de Jesús: La Iglesia Católica.
- Si me dices que te decepcionaron las personas y más aún, algunos sacerdotes, piensa en los apóstoles, ellos no abandonaron la misión sólo porque Judas fue un traidor, y cuando el pueblo de Israel le dio la espalda a Dios, Dios no se buscó otro pueblo para ser el “nuevo pueblo elegido”, al contrario, les reafirmó su alianza y sus promesas.
- Si me dices que en la Iglesia no sientes a un Dios vivo… ¿Qué más vivo lo quieres? Si en la Eucaristía lo tienes en presencia Real.
- Si me dices que descubriste que las enseñanzas y prácticas de la Iglesia no se encuentran en la Biblia, te falta conocer mucha historia, filosofía, teología y hasta antropología ante esa justificación.
San Agustín bien lo decía: ¡Ah! ¡Hermosa Religión Católica! Si eres tan despreciada es porque no eres tan conocida. Y para amarla hay que conocerla pues nadie ama lo que no conoce.
No te retires de la Iglesia, busca conocerla a fondo, ten un encuentro personal con Jesús Eucaristía y descubre su poder en el Altar. Ámala, defiéndela, y si ves que hay cizaña en ella, esfuérzate entonces en ser buen trigo, pues sólo a Dios le corresponderá el día del juicio final, la tarea de separar el trigo de la cizaña. Ten la certeza que Jesús no dejó varias copias de las llaves del Reino, entregó una sola a Pedro y le dio el poder y la autoridad de administrarla bajo la guía del Espíritu Santo hasta su regreso.