Una de las obras clásicas que más me ha gustado en la vida, sobre todo por el tema que desarrolla, es “La Vida es Sueño” de don Pedro Calderón de la Barca. Para los que no han tenido el gusto de leerla, porque sencillamente entre nosotros el hábito de la lectura parece un lujo o para algunos es mejor ver novelas de narcos o pasar viendo “tiktoks”, se los resumo un poco. Segismundo, príncipe de Polonia, ha sido encerrado por su padre porque en el cielo, horóscopo incluido, una “Estrella”, de hecho, el nombre de la mujer con quien se casa Segismundo, ha indicado que sería un mal gobernador. Le hacen salir por un rato para que viva lo que estaba destinado a ser, pero al final viendo su actitud fiera, le dicen que ¡todo es un sueño!
En esta nuestra Honduras, todos somos una especie de Segismundos. Alguien nos ha encerrado y condenado a vivir aislados porque en las “estrellas” estaba escrito que así debía ser. Constantemente nos recuerdan que “ni modo” … lo de los hospitales móviles fue un sueño del que como ya hubo quien se disculpó, pues todo sigue sin novedad.
“Ni modo”, pero soñamos con unas vacunas que no tenemos ni la más mínima idea de si vendrán, de si las compraron, de si les importará que nos vacunemos. “Ni modo”, seguimos soñando con que haya transparencia en nuestros procesos electorales, que algún día dejemos de estar en manos de un grupo de criminales que quieren seguir haciendo de las suyas. Soñamos con un día liberarnos de esos 3 o 5 individuos que lo siguen manipulando todo porque en sus casas se decide hasta el monto que se le pagará a la gente en una Mesa Electoral.
“Ni modo”, la semana que no fue Santa para muchos veraneantes, podría pasar muy pronto de fiesta a luto… pero seguimos soñando con una economía pujante porque desde hace ratos nos han hecho creer que la pesadilla que vivimos es solo un mal sueño no la realidad. Cuando Segismundo tuvo la oportunidad de rehacer su vida se comportó con nobleza, con madurez, pero nunca dejaba de creer que soñaba.
A nosotros nos pasa casi igual. Seguimos soñando, pero bien despiertos. Seguimos aspirando a que el cielo se apiade de nosotros, pero mientras no salgamos de nuestros encierros, de nuestras mezquindades, eso no va a ocurrir. Es necesario que dejemos de estar sumidos en este letargo que nos tiene aprisionados.
Nuestros carceleros, aunque aparentan enfrentarse entre ellos, son cortados con la misma tijera de la ambición, revestida y pesada en kilos. La frase más célebre de Segismundo terminó siendo que “su maestro fue un sueño” y yo quisiera creer en este año de San José, que más vale que escuchemos bien que Dios nos está invitando a ser una mejor nación, pero que tenemos que trabajar por conseguirla dejando de bailar al ritmo de los corruptos del color que sea.