Dentro de las celebraciones litúrgicas del Jueves Santo, en marcado en el “Triduo Pascual”, se recuerda la cena de Jesús, junto a sus discípulos, es en este escenario donde nace la Institución Eucarística, símbolo de amor, a su vez se celebra y recuerda el papel de la viga consagrada, el Sacramento de La Orden Sacerdotal y La Vida de Servicio a los demás.
En horas de la mañana se desarrolla la misa Crismal, en donde el Arzobispo, junto a los sacerdotes de las comunidades renuevan como cada año sus votos, pobreza, obediencia y castidad, recibiendo la bendición del Santo Padre, bajo un mensaje que es entregado por las manos de Su Eminencia.
En esta santa eucaristía se consagra el Santo Crisma y se bendicen los demás óleos, que se usan en la administración de los principales sacramentos.
Con la celebración del jueves Santo se abre el Triduo Pascual, donde también se resaltan las palabras de Jesús, a pocas horas de vivir su pasión y muerte; “Hagan esto en conmemoración mía”, de igual manera en ese día se vive el lavatorio de pies, en donde Jesús recuerda el amor y perdón que se debe desarrollar entre la humanidad.
La celebración se realiza en un ambiente festivo, pero sobrio y con una gran solemnidad, en la que se mezclan sentimientos de gozo por el sacramento de la Eucaristía y de tristeza por lo que se recordará a partir de esa misma tarde de Jueves Santo, con el encarcelamiento y juicio de Jesús.
Durante la noche, las parroquias y comunidades se preparan con los “Monumentos”, en donde se expone a Jesús eucaristía, esta reserva recuerda la agonía y oración en Getsemaní y el encarcelamiento de Jesús, y por eso los sacerdotes celebrantes piden que velen y oren con Él, como Jesús pidió a sus apóstoles en el huerto.
Y es aquí en donde se recuerda; “Que no hay amor más grande, que dar la vida por sus amigos”.