El comentario al evangelio de este domingo, se toma de nuevo del estilo en parábola al cual el Jesús recurre para dar su enseñanza. Hoy refiere a un padre con dos de sus hijos. Es pues un desarrollo en la vida familiar, toda hecha de naturalidad y sencillez, en él muchas familias podrían verse reconocidas. Todos por otro lado nos imaginamos a dos muchachos todavía con la leche entre los dientes, encaminados a su proceso de maduración. Con la enseñanza de Jesús aparece dos tipos de obediencia: una que tiene el tono de la formalidad y la deferencia, cuidando siempre las apariencias y equilibrio de las relaciones, pero que en profundidad oculta una sutil rebelión interior. La otra es una obediencia que tiene rasgos de espontaneidad e indisciplina, pero que en realidad tiene en lo profundo una sustancia válida y ejemplar de querer ser mejor y hacerse responsable.
Cristo desea advertir, que en la vida del discípulo las resistencias interiores deben quedar descubiertas para no decir “Si” cuando en verdad queremos decir “No”. La religión por apariencia es sólo vacío interior y en definitiva un nada sin sentido. Quien se encuentra en este estado debe tener, al escuchar esta Palabra, la valentía de pronunciar ese “Sí” que el Señor espera, lleno de una profunda autenticidad.
Como en la parábola la resistencia a la obediencia está en todos, pero quien sabe escuchar la voz de Dios, se encamina a la madurez espiritual, a la cual apunta el evangelio de hoy. No se puede ser y tener siempre un comportamiento demasiado juvenil, cuando la llamada diría el apóstol Pablo es a dejar la leche, para pasar al alimento sólido. Atender la voz de Dios, como al padre de la parábola nos, asegura que no estaremos equivocados, mejor es hacernos violencia interior, para no dejar el camino al que el Padre está llamando a sus hijos.