El Papa recordó que también Dios llama a cada uno de nosotros “a trabajar para Él en su campo, que es el mundo, en su viña, que es la Iglesia y nos da como única recompensa su amor, la amistad de Jesús, que es el todo para nosotros”. “Dios no excluye a nadie de su plan de amor”, dijo Francisco.
Dios llama a todos
El Santo Padre destacó en primer lugar la llamada, al destacar que el propietario de la viña sale en cinco ocasiones a la plaza y llama a trabajar por él: “Es conmovedora la imagen de este dueño que sale varias veces a la plaza a buscar trabajadores para su viña. A las seis, a las nueve, a las doce, a las tres y a las cinco de la tarde. Ese dueño representa a Dios, que llama a todos y llama siempre”.
Haciendo hincapié aseveró en que nuestro Padre celestial actúa así también hoy: «nos sigue llamando a cada uno, a cualquier hora, para invitarnos a trabajar en su Reino. Este es el estilo de Dios, que hemos de aceptar e imitar. Él no está encerrado en su mundo, sino que “sale” continuamente a la búsqueda de las personas, porque quiere que nadie quede excluido de su plan de amor.
La Iglesia “en salida”
El Pontífice indicó que igualmente nuestras comunidades están llamadas a salir de los varios tipos de “fronteras” que pueden existir, para ofrecer a todos la Palabra de salvación que Jesús vino a traer.
“Se trata de abrirse a horizontes de vida que ofrezcan esperanza a cuantos viven en las periferias existenciales y aún no han experimentado, o han perdido, la fuerza y la luz del encuentro con Cristo”, puntualizó Francisco.
“La Iglesia debe ser como Dios: siempre en salida; y cuando la Iglesia no es en salida, se enferma de tantos males que tenemos en la Iglesia. ¿Y por qué estas enfermedades, en la Iglesia? Porque no es en salida. Es cierto que cuando uno sale, existe el peligro de tener un accidente. Pero es mejor una Iglesia accidentada por salir a proclamar el Evangelio, que una Iglesia que está enferma por estar cerrada. Dios sale siempre, porque es Padre, porque ama. La Iglesia debe hacer lo mismo: siempre en salida”.
Dios paga el máximo
En segundo lugar, aseguró el Papa está la llama la atención la “actitud del dueño de la viña”, que representa la de Dios, en su modo de recompensar a los trabajadores.
“Se pone de acuerdo con los primeros obreros, contratados por la mañana, para pagarles un denario. En cambio, a los que llegan a continuación les dice: <<Os daré lo que sea justo >> (v. 4). Al final de la jornada, el dueño de la viña ordena que a todos les sea dada la misma paga, es decir, un denario”, explicó el Papa, observando que quienes han trabajado desde la mañana temprano “se indignan y se quejan del dueño”, pero él insiste:“Quiere dar el máximo de la recompensa a todos, incluso a quienes llegaron los últimos. Y aquí se comprende que Jesús no está hablando del trabajo y del salario justo, sino del Reino de Dios y de la bondad del Padre celestial”
Dios nos da más de lo que merecemos
El Papa insistió en que Dios se comporta así, “no mira el tiempo y los resultados, sino la disponibilidad y la generosidad con la que nos ponemos a su servicio”.
“Su actuar es más que justo, en el sentido de que va más allá de la justicia y se manifiesta en la Gracia. Donándonos la Gracia, Él nos da más de lo que merecemos. Y entonces, quien razona con la lógica humana, la de los méritos adquiridos con la propia habilidad, pasa de ser el primero a ser el último. En cambio, quien se confía con humildad a la misericordia del Padre, pasa de último a primero”.
Finalmente el Santo Padre se despidió orando para que María Santísima “nos ayude a sentir todos los días la alegría y el estupor de ser llamados por Dios a trabajar para Él en su campo, que es el mundo, en su viña, que es la Iglesia. Y de tener como única recompensa su amor, la amistad de Jesús, que es el todo para nosotros”.