Cada dos de noviembre, la Iglesia recuerda la conmemoración de los fieles difuntos. Esta jornada no es mero recuerdo nostálgico de quienes nos han precedido en el signo de la fe, sino una expresión viva de la comunión de los santos, ese misterio que une a la Iglesia militante, nosotros, los vivos en la tierra, la Iglesia purgante, las almas en el purgatorio y la Iglesia triunfante, los santos en el cielo.
Testimonio
Juan Carlos Canales es feligrés de la parroquia San Maximiliano Kolbe. El camina hacia el cementerio este domingo como quien se acerca a una orilla donde el tiempo se detiene, con el corazón en silencio y la mirada firme. Su paso es como el de quien entra en una iglesia vacía: lento, reverente, lleno de memoria. Lleva flores como se lleva una carta sin palabras, y el rosario en sus manos cuelga como una promesa tejida en cuentas. Hace cinco meses, viven momentos complicados como familia. Han perdido a un bebe no nacido de 16 semanas y a su cuñada, que era como su hermana. También a su madre hace 48 días. “Han sido muy complicados como familia, pero la misma esperanza en la resurrección fortalece nuestra fe.
Visita
Al llegar al cementerio, Canales observa como cada tumba que pasa es como una página de un libro que no ha terminado de escribirse. El aire, quieto y tibio, le envuelve como un manto de nostalgia. Pero en su rostro no hay derrota, sino luz: una luz suave, como la que se filtra por las vidrieras en la misa de domingo. “En este día nos fortalece la esperanza cierta de la resurrección, esa promesa que nuestro Señor Jesucristo nos dejó y enseño sobre todo que Él es el camino, la verdad y la vida, esta esperanza nos acrecienta nuestra fe y confiamos plenamente en el Señor que el día final volveremos a encontrarnos con nuestros seres queridos”. El no viene a despedirse, sino a esperar. Su fe es como una semilla enterrada en tierra oscura, que aguarda la mañana de la resurrección. Porque para él, la muerte es como una puerta entreabierta, no un muro. Y su oración, como el canto de los pájaros al amanecer, anuncia que la vida no termina aquí.
Muerte
Esta conmemoración nos evoca el conocer el sentido cristiano de la muerte. “Si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús” (1 Tes. 4,14). La hermana Rina Barahona, doctora en Teología e integrante de las Religiosas del Santo Rosario explica que, “Con estas palabras San Pablo nos anima a mantener la esperanza en que nos volveremos a encontrar con todos aquellos que se nos adelantaron, los que ya están contemplando el rostro del Señor. Mientras nos llegue el día y la hora de nuestro propio paso, estamos invitados a reconocer, agradecer y orar por nuestros difuntos”.
Comunión
Orar por los muertos es una obra de misericordia que mantiene vivo el vínculo con los que han compartido la vida con nosotros. Lumen Gentium subraya que los santos en el cielo “no dejan de interceder con el Padre por nosotros, mostrando los méritos que ganaron en la tierra”. El Papa San Juan Pablo II recuerda que las oraciones de intercesión “tienen gran valor” y que, a través del Memento de los difuntos en la Eucaristía, la comunidad presenta a los fallecidos al Padre “para que, por la purificación del purgatorio, alcancen la alegría eterna”.





            




