Editorial | “La diversidad en la unidad nos hace más fuertes”

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En las palabras de cierre de la caminata de oración por la paz y la democracia, el sábado 16 de agosto recién pasado, Monseñor José Vicente Nácher Tatay, Arzobispo de Tegucigalpa recalcó que “no hay nadie en Honduras que no quiera la paz” y afirmó que quedó demostrado cuando “miles de hondureños en todas las ciudades, así como en el exterior, salieron a caminar junto a Jesucristo pidiendo paz”.

Pero está claro que esta iniciativa de caminar juntos, Iglesia Católica y Evangélica, como pueblo de Dios bajo la inspiración del Espíritu Santo, es solo el principio de un largo camino que hay que recorrer para generar acciones concretas y sostenidas en el tiempo para lograr cambios duraderos, enfocados en la construcción de una sociedad más justa y reconciliada. Esto implica promover la participación ciudadana, fortalecer las instituciones democráticas, fomentar la educación y el desarrollo económico, y cultivar una cultura de paz y respeto mutuo.

Lejos de la desesperanza y el pesimismo es necesario preguntarnos cómo fortalecer la democracia, para que la libertad, la concordia y la solidaridad, sean demostraciones inequívocas de la fuerza y el vigor del sistema democrático en el que vivimos, de tal modo que en sintonía con el magisterio de la Iglesia, propongamos el ejercicio de la responsabilidad y el horizonte del bien común como bases seguras, capaces de sostener la convivencia pacífica e integradora de todos los hondureños; pidiendo y fomentando la responsabilidad de quienes aspiran a cargos de elección popular para evitar que se conviertan en falsos profetas, que ofrecen aquello que de antemano saben que no podrán cumplir.

Encontrando en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia la información, la orientación e inspiración para desterrar las deformaciones del sistema democrático tal como la corrupción política, que es una de las más graves, porque traiciona al mismo tiempo los principios de la moral y las normas de la justicia social; comprometiendo el correcto funcionamiento del Estado e influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados, con el consiguiente debilitamiento de la institucionalidad.

La participación ciudadana en la vida pública es un derecho y una responsabilidad moral en la construcción de un futuro más justo y pacífico para Honduras. Los católicos no podemos ser meros espectadores ante los acontecimientos políticos; debemos abandonar las lamentaciones, las quejas inútiles y las zonas de confort, para asumir nuestra misión irrenunciable en nuestro entorno. Esta es nuestra tarea: defender la dignidad de la persona, respetar la diversidad de dones y el bien común desde una auténtica vocación de servicio a la sociedad, respetando a la autoridad legítimamente constituida y ayudando a elevar la dignidad de la política, como una de las actividades más nobles, porque su auténtico fin está orientado a trabajar por el bien común.

La iniciativa de ambas Iglesias de “Caminar juntos para orar por Honduras” ha sido la expresión de un mensaje de amor, de paz, de convivencia, de unidad. No hay duda que el objetivo se logró con la ¡apoteósica e impresionante asistencia! Pero esto recién comienza.

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