
Sinceramente quisiera decir que me sorprendió lo que hemos visto estos días en el Congreso Nacional y en el CNE, pero la verdad es que el que no se imaginaba que eso era lo que estaban montando aquellos a los que no les importa para nada la democracia, estaban completamente engañados o han querido hacerse los ignorantes ante lo que era más que evidente. Llevamos décadas de un proceso de deterioro de nuestras instituciones y de la confianza entre nosotros, que cada vez más, se refleja un caos que necesitará de un proceso de madura aceptación de los errores cometidos y de una conversión que, solo Dios puede lograr. Los pecados o se confiesan, se enmiendan y se repara el daño causado, o seguiremos en lo mismo y peor. Esa actitud infantil de andarle señalando culpas a los demás sin aceptar los propios errores, es de lo más acomodado y simple.
Ese afán de desacreditar a los otros, ofenderles, es un intento de manipulación que ya conocemos y que disculpen mi absoluta franqueza, ya cansa. El nivel de locura fanática y dogmatismo soberbio de algunos de los que dicen dirigir, pero que son dirigidos como simples marionetas, por los que desde siempre siguen manipulando la historia de nuestros pueblos, es absolutamente agotador.
Expresidentes de los diferentes poderes del Estado que, desde la sombra, o muy descaradamente, siguen fingiendo amor por un país que nunca les ha importado, porque solo velan por los intereses de sus círculos familiares o de sus amigos. Bueno, llamarles amigos es exagerado, mejor sería llamarles cómplices o testaferros. Si lográsemos que, por un momento, la sombra de los que estuvieron dejase de caer sobre la historia patria. Si sacaran sus manos de los intereses de la mayoría, tal vez estaríamos ante la posibilidad de un cambio de rumbo.
Que podemos hacer uso de su consejo, es posible, pero querer seguir gobernando desde la sombra o a la sombra, es desgastante. Advierto que lo que escribo lo van a criticar o lo van a ignorar. En el fondo, me da lo mismo. Alguien debe atreverse a decirles las cosas, sin pretender ofenderles o queriendo quedar bien con nadie, pero si rogándoles que respeten y actúen como adultos, no como niños. Honduras merece mucho más que este circo que no divierte ni nos ayuda en nada. Dejar de preocuparse por lo que ven en el espejo y ocuparse de los demás, a los que se deben, es el ejercicio de la política correcta, ética y justa. A mí, como sacerdote, no me corresponde meterme en la política partidista.
Tampoco lo querría. Sin embargo, por más que sigan insistiendo en que el Estado es laico, cuando les conviene, un poquitito de cultura general les enseñaría que laicidad no es lo mismo que Estado Laico y sus interpretaciones tienen siglos de quererse imponer… pero ni sus partidos, ni sus ideas, tienen la edad ni la sabiduría de la Iglesia.