TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La Solemnidad de los santos apóstoles San Pedro y San Pablo, que nuestra Iglesia Católica Universal celebra este 29 de junio, adquiere un significado especial en tiempos en que algunos lugares del mundo se encuentran envueltos en crueles guerras; ya que esta festividad, que conmemora el martirio de los apóstoles en Roma, nos recuerda la importancia de la fe, la unidad y la búsqueda de la paz, valores que resuenan con más fuerza en contextos de conflicto, pues a pesar de las persecuciones y adversidades, Pedro y Pablo mantuvieron su fe inquebrantable, predicando el Evangelio y fundando la Iglesia.
Su ejemplo nos anima a fortalecer nuestra propia fe y a no desfallecer ante las dificultades. La fiesta de estos dos apóstoles, unidos en su martirio, nos recuerda que la Iglesia es una sola y que en tiempos de guerra, es crucial buscar la unidad y la reconciliación, superando divisiones y conflictos, recordando las predicaciones de Pedro y Pablo, orientada a la conversión y al amor al prójimo, un llamado a la paz, a ser agentes de paz en nuestras comunidades y a trabajar por un mundo más justo y armonioso; buscando espacios de diálogo y encuentro con aquellos que piensan diferente, fomentando la reconciliación y la superación de conflictos.
De ahí que, en un mundo desgarrado por la guerra, el Papa León XIV juega un papel crucial como defensor de la paz y la unidad, instando a la comunidad internacional a buscar soluciones pacíficas y condenando la violencia como una derrota para todos. Su mensaje principal se centra en la fraternidad y el diálogo como vías para superar los conflictos; destacando la importancia de la unidad entre los pueblos como pilares para construir un futuro de paz y sanación de las heridas del pasado.
Pero en el marco de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, también es un día en el que todos estamos invitados a rezar de manera especial por el Santo Padre, a manifestar el sentido de pertenencia a la Iglesia, de amor y confianza en él; mediante el apoyo al Óbolo de San Pedro, que es una contribución que los fieles de todas las diócesis del mundo hacen al Papa, sin importar si es pequeña o grande y cuya importancia, es que muestra el sentido de pertenencia a la Iglesia, así como de amor y de confianza en el Santo Padre.
En otras palabras, es un signo concreto de comunión con él, como sucesor de san Pedro, y también de atención a los más necesitados, a quienes el Papa siempre cuida. Esta contribución concreta para las necesidades de la comunidad ha tomado distintas formas a lo largo de la historia, haciendo emerger la conciencia de que todos los bautizados están llamados a sostener, también materialmente, con lo que puedan, la obra de evangelización, y al mismo tiempo, a socorrer a los más necesitados que sufren a causa de la guerra, la pobreza y los desastres naturales en cualquier lugar del mundo y financiar las funciones de los organismos que colaboran en el ejercicio de su ministerio pastoral al servicio de la Iglesia universal.