
Es impresionante como los cristianos de los primeros siglos, desde los apóstoles, hasta los que existiendo en las diferentes épocas y periodos de la humanidad; han sido imparables en el sentido misionero, capaces de hacerlos salir de su tierra natal hacia lugares impensables. Reconociendo esto y animando la actividad misionera de la Iglesia, el Concilio Vaticano II publica el Decreto Ad Gentes -que significa a las gentesen 1965. Así inicia el documento: “La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser “el sacramento universal de la salvación”, obedeciendo el mandato de su Fundador (Cf. San Marcos 16,15)” (Decreto Ad Gentes, 1).
Es por lo que, estaban en el corazón del Papa Francisco, todas esas personas que dejando todo atrás se entregan en una donación completa hacia la misión; en tierras lejanas y donde los cristianos son minoría. Así lo expresa: “Pienso particularmente en ustedes, misioneros y misioneras ad gentes, que, siguiendo la llamada divina, han ido a otras naciones para dar a conocer el amor de Dios en Cristo. ¡Gracias de corazón! Sus vidas son una respuesta concreta al mandato de Cristo resucitado, que ha enviado a sus discípulos a evangelizar a todos los pueblos (cf. San Mateo 28,18-20). De ese modo, ustedes señalan la vocación universal de los bautizados a ser, con la fuerza del Espíritu Santo y el compromiso cotidiano, entre los pueblos, misioneros de esa inmensa esperanza que nos concede Jesús, el Señor.”
(Mensaje del Papa Francisco para la 99 Jornada Mundial de las Misiones 2025) Vienen a mi memoria, varios de los misioneros que han salido de nuestra querida Honduras para llevar el anuncio del evangelio, en nuestro continente y fuera de este. No me atrevo a mencionar nombres para no dejar en el olvido a ninguno. ¡Agradezco su testimonio misionero invaluable para la Iglesia!, extiendo este agradecimiento a sus formadores y acompañantes. Estos hombres y mujeres hacen palpables las palabras de San Pablo: “Más aún, todo lo considero al presente como peso muerto, en comparación con eso tan extraordinario que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor.
A causa de él ya nada tiene valor para mí, y todo lo considero como pelusas mientras trato de ganar a Cristo.” (Filipenses 3, 8) ¡Pidamos a Dios, incesantemente, que nuestro corazón palpite con ese gozo de ver todo menos con tal de ganar a Cristo; y llevar a muchas personas a los pies de su Señor y Salvador Jesús! ¡Pidamos al Espíritu Santo que nos renueve por completo para ser misioneros ad gentes!