Hoy 17 de noviembre en el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario del año litúrgico, la Iglesia celebra la octava edición de la Jornada Mundial de los Pobres. En esta ocasión, el papa Francisco ha querido vincular esta Jornada al año dedicado a la oración, en vísperas del Año de Jubileo 2025, con el lema “La oración del pobre sube hasta Dios” (cfr. Sirácida 21,5). En su mensaje nos exhorta a “hacer nuestra la oración de los pobres y rezar con ellos” porque la falta de atención espiritual es “la peor discriminación que sufren” las personas en situación de exclusión. “Es un desafío que debemos acoger y una acción pastoral que necesita ser alimentada” prestando una atención espiritual más seria hacia los pobres, que tienen necesidad de Dios y de alguien que sea signo concreto de su escucha y cercanía, su objetivo es movilizar a las comunidades cristianas y a toda la sociedad.
Esta convocatoria es una nueva oportunidad para reflexionar sobre cómo dar una respuesta adecuada que lleve alivio y paz a tantas personas, dejadas a merced de la incertidumbre y la precariedad. Con ese objetivo, los promotores de la Jornada proponen pensar sobre cómo podemos cuidar y alimentar la dimensión espiritual de las personas que acompañamos a través de la oración pues “la inmensa mayoría de los pobres” añade el mensaje del Papa, “tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, una viva celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe.
La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria” porque las personas que sufren la pobreza y la exclusión deben saber que Dios no se olvida de ellos; es verdad que todos hemos tenido la experiencia de una oración que parece quedar sin respuesta. A veces pedimos ser liberados de una miseria que nos hace sufrir y nos humilla y puede parecer que Dios no escucha nuestra invocación; pero el silencio de Dios no es distracción de nuestros sufrimientos; más bien, es una manera de probar nuestra confianza, abandonándonos a Él y a su voluntad.
El Santo Padre también recuerda que la Jornada Mundial de los Pobres es una oportunidad pastoral que invita a los creyentes a escuchar la oración de los pobres tomando conciencia de su presencia y de su necesidad. Por eso, considera a esta jornada como una ocasión propicia para “agradecer al Señor por las personas que se ponen a disposición para escuchar y sostener a los más pobres. Son sacerdotes, personas consagradas, laicos y laicas que con su testimonio dan voz a la respuesta de Dios a la oración de quienes se dirigen a Él.
El silencio, por tanto, se rompe cada vez que un hermano en necesidad es acogido y abrazado”, señala. Orar juntos, para abrir ventanas a Dios, escuchar lo que nos inspira a través de los hermanos, dar gracias y pedir, tomando conciencia de su presencia y de su necesidad, fortalece la fraternidad y da sentido a la misión.