Palabra de vida | “¿…La Madre de mi Señor viene a mí?”

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Con la luz de la Navidad ya cercana se ilumina este último domingo de Adviento, las dos figuras fundamentales estrechamente relacionadas son: el Mesías y su Santísima Madre. Por un lado, en la primera lectura de Miqueas resplandece la figura de “Belén”. Ésta, la ciudad de David, lugar del nacimiento anunciado para el Mesías y una embarazada que está a punto de dar a luz a un nuevo David, rey de paz y de alegría, fuente de una renovada armonía para la humanidad.

Y, seguidamente el acento sobre Cristo y María su Madre, se ve hermosamente completado en el cántico de Isabel, recogido en el evangelio de este domingo. Isabel prima de María y madre de Juan Bautista la saluda diciéndole: “¡Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”. La primera parte del saludo es una bendición, un concepto que en la Biblia y en el Antiguo Oriente estaba ligado sobre todo a la fecundidad. Toda mujer de Israel veía la bendición sobre su propio cuerpo al quedar encinta.

Así pues, si la bendición es signo de la presencia eficaz de Dios en una persona, en María esta presencia es grandemente significativa y plena, porque María es la bendita por excelencia. La segunda parte del saludo de Isabel refiere al Niño que María lleva: “Bendito el fruto de tu vientre”. María ha sido la favorecida para ser Madre del Mesías, la mujer que físicamente lo engendrará, pero se aumenta la dignidad de tal madre al haberlo aceptándolo en primer lugar en la fe.

Ella antes de concebirlo en su vientre lo concibió en su corazón, llegando a ser bienaventurada porque “ha escuchado la Palabra de Dios y la puesto en práctica” (Lc 11,27-28). Él, el que ella lleva en su seno, es el Bendito por excelencia, por quien se han hecho todas las cosas, este Dios en María, la llena de hermosa belleza y la hace templo del Altísimo que la cubre son su sombra. Cómo María, “La Creyente”, acerquémonos al pesebre para contemplar al Dios que ha puesto su morada entre nosotros. Con esta santa Palabra de Dios preparémonos para acercarnos al pesebre de Belén.

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