Hace algunos años atrás, en este mismo espacio escribí un comentario al que titulé: Honduras se escribe en una lágrima. Sinceramente, creo que me quedé corto. Honduras no se escribe en una lágrima. Se escribe en un llanto cargado de impotencia, de ansiedad, de dolor y de rabia. Es un llanto de impotencia porque, definitivamente, lo que a lo largo de las últimas décadas hemos venido sospechando, como un secreto a voces, en estos días se nos ha hecho profundamente evidente: prácticamente toda la clase política del país está coludida y padece del mismo mal.
Perdónenme la expresión porque estoy seguro que para muchos sonará muy fuerte en los labios de un sacerdote pero, el maldito afán de poder los ha cegado tanto que hace mucho tiempo perdieron la brújula moral. Actúan como niños caprichosos motivados únicamente por asegurarse el acceso a cómo de lugar al manejo de la cosa pública. El erario para ellos, es sencillamente un potrero más del cual se pueden servir con la cuchara grande.
Si Goethe hubiese vivido en nuestra Honduras su “Fausto”, hubiese tenido otro nombre, porque estos nuestros dirigentes de todos los colores y sabores, sobre todo el sabor a cocaína, han vendido su alma a los Mefistófeles modernos. ¿En qué momento perdimos la capacidad de formar generaciones que vieran el esfuerzo, el sacrificio, el trabajo honesto, como lo más natural, como lo más placentero? Honduras se escribe en un llanto de ansiedad porque vivimos en una continua zozobra y a expensas de los arrebatos de los que quieren presentarse inmaculados cuando no les queda ningún espacio sin mancha. Basta con ver como todos los discursos de los que ya han sido condenados como de los que están siendo señalados, siguen el mismo guion.
Esa incapacidad de admitir los errores y buscar una manera honesta de enmendarlos, genera una mayor ansiedad. Pero a mi juicio, lo que más nos crispa los nervios, es ver esa cantidad tan grande de personas fanatizadas que aunque se demuestre que aquellos que les han dirigido, son sólo unos criminales más que se han aprovechado de su posición, sigan apoyándolos.
No es posible que construyamos un mundo en el que el problema no es la ideología sino el fanatismo ideologizado. Honduras se escribe en un llanto de dolor, porque a todos estos que han caído en las garras del narcotráfico, no sólo se vendieron ellos sino que vendieron la seguridad, la estabilidad y la vida de miles de personas. Por mucho que quieran vendernos que la culpabilidad de lo que nos está pasando viene del norte y de las injerencias y otras tantas otras cosas, lo cierto es que el dolor de las familias que han tenido que separarse, porque han debido migrar fuera de la patria y el dolor de las madres que lloran por sus hijos asesinados, recae directamente sobre los que han apoyado y sostenido el crimen organizado y han hecho de sus partidos políticos una sucursal de alguno de los carteles. Honduras se escribe en un llanto de rabia.