En un mundo lleno de distracciones y ocupaciones diarias, a menudo es fácil perder de vista lo verdaderamente importante: la presencia de Dios en nuestras vidas. Este dilema es ilustrado de manera vívida en el Evangelio de San Lucas 10, 38-42, donde Jesús visita el hogar de Marta y María. La primera, preocupada por atender los quehaceres del hogar, se ve abrumada por el afán de servir y organizar las cosas materiales. Mientras tanto, la segunda elige sentarse a los pies de Jesús, escuchando cada una de sus palabras y absorbiendo su presencia divina.
Enseñanza
Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas. ¿Somos como Marta, atrapados en el afán de nuestras ocupaciones diarias, preocupados por las responsabilidades y tareas que parecen no tener fin? ¿O más bien como María, dedicando tiempo y atención a la presencia de Dios en nuestras vidas, escuchando su voz en el silencio de nuestra alma? Claudia Fernández, una feligresa de la Parroquia El Salvador del Mundo, comparte su perspectiva al decir que “es fácil dejarse llevar por la rutina diaria y olvidar la importancia de la oración y la contemplación.
Marta representa ese lado ocupado de nuestras vidas, pero María nos recuerda que es esencial dedicar tiempo a nutrir nuestra relación con Dios”. Por su parte, Alejandra Discua, otra feligrés de la Catedral San Miguel Arcángel de Tegucigalpa nos comparte que “para mí, la historia de Marta y María es un recordatorio de equilibrar nuestras actividades diarias con momentos de reflexión y conexión espiritual. No deberíamos permitir que las preocupaciones mundanas nos impidan escuchar la voz de Dios que nos habla en cada momento”.
En resumen, el mensaje del Evangelio de Marta y María es claro y relevante para todos nosotros hoy en día: no permitamos que el afán diario nos aparte de Dios.