Fue un domingo 28 de junio del año 1970, que Guatemala le abría las puertas a un joven hondureño de 28 años que decidió recibir la bendición del sacerdocio. Y es que ese día Óscar Andrés Rodríguez Madariaga, fue consagrado como sacerdote y desde ese instante la historia, él inició a caminar como el nuevo pastor de la Iglesia hondureña
Este siervo de Dios cumplió 54 años de haber sido ordenado sacerdote y ese caminar no ha sido fácil, pero tampoco tan difícil para seguir creciendo en la fe y sirviendo a los que más lo necesitan. Este hombre de Dios nació el 29 de diciembre de 1942 en Tegucigalpa, Francisco Morazán y en 1978 fue nombrado Obispo Auxiliar por el Papa San Juan Pablo II, y un 3 de febrero de 1993 fue consagrado como Arzobispo de esta Arquidiócesis y el 21 de febrero del 2001 fue creado Cardenal por el Sumo Pontífice que lo creo como Obispo.
Testimonios
Más haya de dar a conocer tanto bien que le ha hecho el Cardenal Rodríguez a la Iglesia a su pueblo hondureño, en especial a los más necesitados, las palabras quedarían cortas, aunque a él no le gusta que mencionen todo este bien, nos detalla su fiel asistente por más de 30 años, María Morazán. “Para mí el Cardenal ha sido una gracia de Dios. Realmente me considero una mujer privilegiada trabajar con una persona como él, una eminencia fuera de serie que con su don de gente y la alegría que le caracteriza contagia a cualquiera. Es un hombre sencillo que a pesar de solicitar como autoridad lo que ocupa, siempre cada cosa la pide con un por favor”, destacó Morazán.
Olmeda Rivera, Directora Ejecutiva de la Fundación Cristo del Picacho, igual detalló que el Cardenal Rodríguez, aparte de ser esa pieza fundamental que inicio el caminar de este ente, les ha enseñado a cada miembro que es parte de esta institución que deben seguir los pasos de Cristo, ya que Él nos invita a hacer el bien en lo cotidiano y siempre les recalca las palabras ¡sigamos adelante!”
Helen Maldonado, ha sido secretaria del Cardenal por más de 20 años y narra que hablar de Su Eminencia, es mencionar que el mayor legado que nos deja es su sencillez, humildad, su alegría a pesar de las dificultades que pueda tener. “Él siempre piensa en positivo ya que, es un hombre de fe, de mucha oración”, detalló Maldonado.
El Padre Rigoberto Velásquez, Párroco de la comunidad Cristo Rey, igual comparte que el Arzobispo Emérito, sigue siendo una bendición para la Iglesia hondureña. “Él es feliz compartiendo con los presbíteros, con los seminaristas y para mí es un gran amigo que lo ha acompañado en mi misión sacerdotal”, detalló.