La HUMILDAD, una virtud que contrarresta la SOBERBIA

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La soberbia, según San Isidoro en sus Etymolog, se caracteriza por la ambición desmesurada más allá de las capacidades individuales. Es el intento de aparentar más de lo que se es en realidad. Dionisio, en De Div. Nom., sostiene que la soberbia es un pecado al alejar del juicio recto, es decir, de la razón.

Es por eso que la Iglesia siempre propone algunas “curas” para poder enmendar el pecado cometido tal como puede ser la humildad, pero primero enumeremos en que nos puede afectar la soberbia en el crecimiento espiritual y personal si en alguno de los casos llega a invadir el corazón de las personas.

Las características y razones de la soberbia.

Cuando vemos las características de una persona soberbia vemos algunos patrones tales como la vulnerabilidad, no ceden en una discusión, siempre tienen la razón, son personas solitarias, impulsivas, no logran expresar los sentimientos, exageran sus logros y talentos, envidian profundamente a otros, por mencionar algunas, pero todo es consecuencia de la falta de relaciones humanas, por su sentimiento de soledad, la impulsividad y la inestabilidad emocional.

El antídoto de la humildad cura la soberbia.

Si bien es cierto que existen terapias psicológicas para poder eliminar del corazón este pecado, lo importante es como a través de Jesucristo, podemos conocer la humildad. La primera epístola de San Pedro nos dice: “Sed humildes unos con otros”, excelente manera de practicar la humildad se nos ofrece al tener que recibir la corrección. Hay que estar abiertos a la corrección fraterna. Que se nos puedan decir nuestras faltas sin que nos enfademos ni nos defendamos, sin que tratemos de justificarnos.

Hoy la humildad se ha convertido en la propia estima. En nombre de un respeto sagrado a la personalidad. Para conseguir esta virtud, tan rara en el mundo, donde abunda la soberbia de la vida, es indispensable que se reflexione a menudo en lo que somos en el orden natural y en el sobrenatural. En aquél, miseria, ceniza, nada. En éste, pecadores e inclinados al mal y merecedores del eterno castigo.

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