De verdad que pueden llamarme iluso o bien utópico, pero yo espero llegar a ver el día en que un mensaje de la Conferencia Episcopal sea asumido con madurez por parte de las autoridades, del color que sea, para que entiendan de una vez por todas que los obispos no están en contra de ninguno de ellos “per se” sino a favor de un país en el que legítimamente las cosas se hagan bien, de manera legal y transparente.
Claro que también nosotros sabemos distinguir entre personas serias y personas viscerales que no argumentan verdades sino que respiran ideología y fanatismo. Creo que también es legítimo soñar con que algún día, ojalá no tan lejano, seremos gobernados por gente a la que le guste menos “tuitear” y más trabajar. Sinceramente esperaba mucho más de la gente que luchó en las calles por lo que ellos sabían debía cambiar.
Más allá de los violentos y criminales que han atentado contra propios y extraños, los líderes tenían un discurso que originalmente sonaba positivo y propositivo. Ahora es que quieren acusar a la Conferencia Episcopal de pretender desestabilizar el país. Pues si fueran lo suficientemente honestos, TODOS, absolutamente todos, se darían cuenta que de las poquísimas instituciones que no se han plegado a ningún grupo ni lo hará, son los señores obispos. Querer que Honduras sea diferente y querer que cualquier Gobierno salga adelante por el bien de todos no es un asunto ideológico ni desestabilizador.
Después de años, de diferentes gobiernos, el problema sigue siendo el mismo: la corrupción. Aquí no es un tema de estar o no a favor de este o aquel sino de la increíble desfachatez con la que pretenden presentarse algunos que se dan por ofendidos por un mensaje que lo único que está buscando es hacerles admitir a nivel personal y partidario que es mucho lo que desperdician el tiempo en pasársela culpando a los del pasado pero repitiendo las mismas actitudes. Lo escribo una vez más, se necesita seriedad y madurez para todo pero, sobre todo, para gobernar. Lo que más malestar les ha causado de este último mensaje de la Conferencia Episcopal, a los que en este momento gobiernan, parece ser el señalamiento de la necesidad de claridad, en el tema de la elección de la junta directiva del mismo Congreso Nacional.
Claro que es evidente que había que salvar la institucionalidad y que las amenazas por, ahí sí, desestabilizar el gobierno de la presidenta Castro, había que evitarlas, pero, permítanme decirlo todavía más claro, es esa misma institucionalidad la que está amenazada desde el momento en el que de manera tan poco transparente, se desarrollaron los hechos de la última semana del mes de enero pasado. No nos merecíamos esa confusión y ese afán de imponer intereses mezquinos. Eso no es culpa de la Conferencia Episcopal. Sigo pidiéndolo, porque necesitamos un nuevo liderazgo que no diga que es honesto, sino que lo sea.