Reflexión | Los idus de mayo

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Columnista Semanario Fides, Portavoz C.E.H y arquidiócesis de Tegucigalpa

Por pura coincidencia estoy escribiendo este artículo en lo que los romanos llamaban los idus de mayo que corresponderían prácticamente a la mitad de este mes. No era lo mismo todos los meses. De hecho en los meses como enero, febrero o junio los idus se celebraban el 13 de ese mes y no el 15, como en el caso de marzo o de mayo. Para el caso, son famosos los idus de marzo, porque en esa fecha fue el asesinato del tirano, cónsul vitalicio, Julio César.

Los idus, hacían referencia originalmente a un tiempo de bonanza, a un tiempo de buen augurio. Sin embargo, con el paso del tiempo terminaron por entenderse como un momento grande de crisis política, de crisis social, de inestabilidad causada por aquellos que autoproclamados defensores de la verdad, al final terminan aplaudiendo lo mismo que antes criticaban. En nuestro mundo y muy en particular en nuestra patria asistimos al ahogamiento del ejercicio democrático por la falta de búsqueda de consensos, y por el acentuamiento a ultranza de las diferencias de criterio, aunque se persigan los mismos intereses mezquinos desde la trinchera que sea.

El egoísmo político, el clientelismo, la ideologización y la parcialización es el pan nuestro de cada día. El problema nuestro, no estaba reducido al ejercicio del poder, a la manera de gobernar de los que ahora guardan prisión en una cárcel fuera del territorio nacional. Lamentablemente, hemos optado por nutrir odios, alimentar divisiones y pensar que, con palabras rimbombantes, con discursos arcaicos y propios de mentalidades siniestras que dicen una cosa y hacen otra, vamos a poder salir adelante. Llamar histórico a un acto cualquiera o querer borrar la historia es lo propio de los que absolutizan el poder. Si no hay un cambio de mentalidad, podrán cambiar los colores, pero los resultados seguirán siendo los mismos o peores.

Pero quizás lo que más me ha sorprendido en estos días, es leer comentarios de personas que auto proclamándose creyentes, católicos, critican a los señores obispos y a este servidor suyo, porque piensan que hay un silencio cómplice, coludido con las esferas del poder del partido que actualmente dirige los destinos del país. Simpáticamente, otros se atreven a decir que somos “gargantas asalariadas”, que hemos recibido algunos dividendos, algunas ganancias producto de haber “apoyado” a quién triunfó en las elecciones pasadas.

Amigos queridos de diferentes facciones políticas se han atrevido a decir que si no hubiese sido por el papel de la Iglesia, Libre no hubiera ganado las elecciones. Se les olvida que fue una coalición la que ganó, pero eso es lo de menos. No soy ningún político y no me interesa en lo más mínimo llegar a ejercer algún cargo o alguna prebenda. Amo este país y nuestro interés siempre será defender a los “sin voz” y hacer prevalecer los valores éticos por encima de lo meramente estético o de conveniencia partidista.

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