Editorial | Nuestra voz | El Vía Crucis: contemplación del dolor con esperanza

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En el Domingo de Ramos, en el que los cristianos católicos conmemoramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y su aclamación como Hijo de Dios, acontecimiento que marca el fin del tiempo litúrgico de Cuaresma y el inicio de la Semana Santa, el Papa Francisco nos recuerda el “doble misterio” que acompaña la entrada de Jesús en Jerusalén. Misterio de aclamación y humillación, de fiesta y ensañamiento feroz, que se dio en los dos momentos característicos de esa celebración.

La meditación y contemplación sincera del Vía Crucis, el “Camino de la Cruz” o “Estaciones de la Cruz y Vía Dolorosa”, provoca un sincero y profundo agradecimiento a Dios, entrega solidaria con quienes sufren y esperanza en la Resurrección. La oración: “Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida…” nos inspira a hacer un paralelismo entre tu sufrimiento y la realidad que vivimos en Honduras. Primera estación: Jesús es condenado a muerte; Perdónanos, Señor, por la manera como tratamos a los migrantes en nuestros países.

Segunda estación: Jesús carga con la Cruz; Perdónanos, Señor, por permitir que haya niños explotados, trabajando en las calles bajo condiciones inhumanas. Tercera estación. Jesús cae por primera vez; Perdónanos, por hacer de las ganancias económicas una prioridad de vida, olvidándonos del prójimo y de tus verdaderos deseos. Cuarta estación. Jesús encuentra a María, su Santísima Madre; Perdónanos, Señor, por abandonar a nuestros ancianos, quienes son fuente de sabiduría para nuestros pueblos. Quinta estación. Simón ayuda a llevar la Cruz de Jesús; Señor, te pedimos que entre las diferentes religiones del mundo sepamos seguir construyendo la paz. Sexta estación.

La Verónica enjuga el rostro de Jesús; Te damos gracias, Señor, por los católicos que siempre mantienen la mirada puesta en los pobres. Séptima estación. Jesús cae por segunda vez; Perdónanos, Señor, por permitir la pobreza extrema y “no poner todo en común”. Octava estación. Jesús consuela a las hijas de Jerusalén; Perdona, Señor, por no estar cerca de quienes sufren, como lo hiciste tú.Novena estación. Jesús cae por tercera vez; Perdónanos, Señor, por poner intereses económicos y políticos por encima de la dignidad humana. Décima estación. Jesús es despojado de sus vestiduras; Perdona, Señor, por no hacer lo suficiente los derechos de los pobres. Undécima estación.

Jesús es clavado en la Cruz; Perdónanos, Señor, nuestra falta de amor y caridad. Duodécima estación. Jesús muere en la Cruz; Perdónanos, Señor, nuestra indiferencia ante las estructuras de pecado que llevan a la muerte a inocentes que se ven obligados a vivir experiencias inhumanas. Decimotercera estación. Jesús en brazos de su Madre; Perdónanos, Señor, por no hacer lo suficiente para detener el crimen mostrándoles el camino del amor. Decimocuarta estación; Jesús es sepultado; Niños no nacidos tienen por tumba el vientre de sus madres. Oración: Perdónanos, Señor, por no educar en el amor, por no hacernos responsables de los seres humanos más indefensos. Decimoquinta estación. Y al tercer día resucitó entre los muertos; Señor Jesús gracias por despertarnos la esperanza de la Resurrección. Danos un corazón grande para compartir esta esperanza con quienes más lo necesitan. Amén.

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