Este miércoles 16 de marzo, se llevó a cabo la celebración de Santa Misa por la paz en Ucrania. La Eucaristía fue presidida en la Basílica de San Pedro por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario del Estado Vaticano ante autoridades del Cuerpo Diplomático de la Santa Sede.
“Estamos aquí esta tarde para implorar a Dios el don de la paz en Ucrania y para pedirle que ayude a todo hombre y mujer de buena voluntad a ser artesanos de la paz”, Palabras de su eminencia Parolin en la homilía.
Artesanos de paz
A través de una reflexión profunda en la Palabra de Jesús, el Purpurado recordó la realidad que se vive actualmente en el territorio ucraniano:
“Tal como la describió el Papa Francisco en el Ángelus del domingo 6 de marzo, en Ucrania corren ríos de sangre y lágrimas. No se trata sólo de una operación militar, sino de una guerra, que siembra muerte, destrucción y miseria. Cada vez hay más víctimas. La necesidad de ayuda humanitaria en ese atormentado país crece dramáticamente cada hora”.
Asimismo, Parolin destacó que una de las características de Dios, es precisamente la paz; también, hizo hincapié que “la oración nunca es inútil” y que incluso puede influir en situaciones humanamente desesperadas:
“Sobre todo, puede cambiar los corazones y las mentes, según la promesa del Señor recogida en el libro del profeta Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo, pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros, os quitaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (36,26)”.
Finalmente, el Secretario del Estado Vaticano invitó a confiar en el poder de la oración:
“Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar”.