Palabra de vida |“Todos árbol…”

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Continuamos con este “Discurso de la llanura” como así es conocido este capítulo 6 de San Lucas. La actitud a la que reclama tan hermoso discurso por parte de quienes le escuchan, es la de querer estar y vivir como discípulo de Jesús. Un discípulo que está atento a ese maestro de quien desea aprender todo de Él, para llegar a ser sincero, humilde y justo, condiciones que reclama el propio Jesús.

Éste le enseña que no hay que juzgar a los demás, que la verdadera actitud es la de la humildad, que tomar la condición de siervo, privilegia esa actitud del discípulo que le hará más tarde ser maestro, como el propio Cristo, que no apeló a su condición y dignidad, sino que se hizo humildemente servidor de todos. Y, como referirá y gusta señalar toda la Biblia en su enseñanza sapiencial, hay que formar el corazón, ya que es desde aquí que se trabaja para cosechar los frutos buenos de un árbol que está plantado y ha recibido tantos cuidados para dar esos frutos de excelencia en la bondad.

Del tesoro del corazón cultivado en el bien, nunca sacará veneno sino dulzura y mansedumbre, del árbol de su vida no sacará esencias o frutos mortíferos, sino que será el que da alimento y sacia la sed. Toda la Palabra de Dios de este domingo, está hecha para ser un canto al amor, un llamado a desterrar toda forma de hipocresía y orgullo.

Bien escribió el teólogo Dietrich Bonhoeffer, mártir en los campos de concentración nazis, en su obra Ética: “La bondad no es una cualidad de la vida sino la vida misma: ser buenos significa vivir”. Y, la primera forma de bondad está relacionada con la propia persona, que busca no vivir en la hipocresía, sino en la sinceridad que le hace ser un árbol de buenos frutos. El vocablo hipocresía viene del griego y señala al que recita en el teatro una parte que no corresponde a su condición: se viste y habla como rey, siendo un plebeyo; se presenta como santo, siendo interiormente un pecador. Tanto a reflexionar hoy con las palabras de Jesús, que nos interpelan sobre nuestra pureza de corazón, bondad, generosidad y transparencia, acompañada de amor y riqueza interior para tratar y ayudar a los demás. Nos sirva la imagen del árbol bueno, que da frutos buenos, para examinar que tipo de árbol hoy por hoy somos todos y cada uno de nosotros.

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