Editorial-Nuestra voz | Transparencia y confianza en el proceso electoral

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Los hondureños sienten o perciben que la corrupción en la política es generalizada y admiten que es un fenómeno difícil de erradicar y controlar, que es un fantasma que ronda todas las actuaciones de los funcionarios de gobiernos de cualquier ideología o color político, esos actos incluyen la exigencia de “mordidas” o pagos por fuera de la ley para acelerar trámites, o recibir atención en el sistema público de salud o en el sistema educativo; y que los procesos eleccionarios no están exentos de la manipulación a mayor escala de grupos de poder como el narcotráfico o los intereses económicos.

Ahora ya no se recurre a la práctica de años atrás de robarse las urnas al finalizar las votaciones, ahora, la práctica recurrente parece ser a través de pequeñas y constantes manipulaciones de las instituciones que manejan el proceso de elección. De ahí, que uno de los principios necesarios para garantizar la confiabilidad y veracidad de las elecciones, es la transparencia, porque permite una eficiente gestión del proceso electoral y asegura que los ciudadanos puedan tener la certeza de la legitimidad del resultado, ante la imposibilidad del ciudadano común de saberlo por sí mismo.

La implementación de la rendición de cuentas puede ayudar, de manera general, a identificar irregularidades en los procesos electorales, detectar de manera temprana la mala conducta de funcionarios y a evidenciar posibles prácticas fraudulentas, pero también sirve como un mecanismo para justificar, fundamentar y defender a los organismos electorales, su personal y sus actividades de acusaciones infundadas y percepciones de fraude y contribuyendo a mejorar la confianza.

Es importante señalar que, si bien es cierto que la transparencia tiene mucho peso en las diferentes etapas, porque es un elemento que incide de manera transversal en las diferentes fases de un proceso electoral, es en la transmisión de resultados es donde adquiere mayor importancia; esto porque cuando los resultados se transmiten de manera puntual y disponibles, son fáciles de entender y precisos, se evita la especulación y se facilita la aceptación de los resultados.

Sin embargo, la falta de transparencia u opacidad tiene los efectos opuestos: cuando la información se retrasa, no es oportuna o se obstruye, los procedimientos no son verificables o cuando no hay claridad sobre las decisiones del organismo electoral, pueden generarse rumores y sospechas que acaban dando como resultado crisis políticas e incluso violencia, debido a que alguna etapa del ciclo electoral no contó con garantías plenas de ejecución transparente, un solo ejemplo lo ilustra bien: en las elecciones generales de 2017, problemas y demoras con el conteo y transmisión de resultados electorales sirvieron como la chispa que detonó protestas y violencia, que desafortunadamente culminó con muertos al registrarse manifestaciones violentas en la calle, que trajeron luto y destrucción a la propiedad privada.

Los Obispos de Honduras en sus mensajes piden a los electores, que no sean “parte de un fraude” ni tampoco aprueben o consientan “abusos de poder “pero al mismo tiempo exhortan a los hondureños a vivir el proceso electoral como una verdadera fiesta cívica, durante y después de las elecciones”.

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