Una de las situaciones más acostumbradas en el camino de fe es preguntarse: ¿me perdonará Dios si me confieso una y otra vez del mismo pecado? Es una duda, que surge por diversas situaciones pero sobre todo por el dolor que provoca la falta, como decía un reconocido presbítero canadiense P. Luis Pourier: ”el peligro del pecado es cuando deja de doler. Si no duele, estaremos perdidos”.
Lo que se debe analizar con esta situación, es que para que se vuelva a recaer en un pecado, se necesita el consentimiento, osea, no poner un alto a las situaciones que ya hemos confesado y que creemos, no nos hacen bien, esto en primer lugar. Como segundo punto, es urgente la conciencia de lo que significa este pecado y el desorden que puede estar provocando, ya que si es recurrente no solo podría afectar la vida personal-espiritual, sino que puede ocasionar daños a terceros, a seres queridos.
Peligros
La reiteración de una acción que no es beneficiosa para el crecimiento humano, profesional o personal, tiende a convertirse en un vicio, algo que no está alejado de la vida de fe. Los vicios también son pecados y con mucho mayor efecto cuando se tiene conciencia de esto. Mientras más se practica, menos oposición tiene. En este punto, el famoso adagio popular ”la gota que derramó el vaso”, encaja de manera perfecta, porque los pecados reiterativos, constituyen una vida en pecado y alejada de la gracia y aunque Dios es rico en misericordia y no se deja ganar en perdón, corremos el peligro de no encontrar la salida de este circulo vicioso.
Conscientes
Ante este mal que nos aqueja, podemos tener la tentación de preguntarnos para qué confesar ese pecado que he repetido si sé que soy débil. La idea de reconocer el pecado en el que reincidimos, es hacer un verdadero acto de enmienda y proponernos de manera firme luchar por no volver a caer, esto incluso aunque sepamos que somos débiles y la probabilidad de fallar de nuevo.
Herramientas
La oración y un análisis sincero, profundo y discernido de lo que provoca el pecado constante, son solo algunas armas que pueden ayudar a salir de este proceso que puede ser muy largo. Además, se puede buscar ayuda espiritual con un asesor o si fuese necesario, de un psicólogo para tratar alguna tendencia que produzca las recaídas que desemboquen en rupturas de la relación con Dios.
¿Qué hacer?
– Seguir confesándose (aunque sean los mismos pecados)
– Hacer enmiendas firmes
– Buscar ayuda espiritual
– Marcar en el calendario después de la confesión, cuántos días pasan sin reacer
– Poner alarmas en el teléfono que recuerden no reincidir
– Orar, orar y orar.
– El ayuno puede servir a evitar caer
– Leer sobre la vida de los santos y su camino de conversión.