Es tan crítica nuestra situación que la política se ha reducido no solo a “dimes y diretes” sino también a la descalificación de la persona en base a criterios que solo reflejan la bajeza moral de aquel que ataca de esa manera. Se necesita gente seria para gobernar un país como el nuestro. Echar a pelear a gente que solo sabe decir payasadas y que aplaude campañas cargadas de propuestas ridículas, solo sigue demostrando que nos miran, a los electores, como un grupo de tontos que con cualquier bobería nos pueden envolver.
Lo más delicado es que se están volviendo muchas personas a nosotros para preguntar ¿Por quién votar? A nadie le he respondido ni lo haré. No es mi lugar como sacerdote andar haciendo campaña proselitista a favor de tal o cuál candidato. Lo que sí puedo hacer, y hago, es pedirles que no sigan dejándose llevar por gente irresponsable a la cual no le importa absolutamente nada con tal de alcanzar o mantenerse en el poder. Es cansado ver como juegan “enchute” con nosotros. Cada semana, casi cada día se destapan nuevos actos de corrupción, de malversación o de abuso de poder.
Es inútil decir que eso tiene que terminar pero ¡así es! Cada 4 años estamos diciendo que son las elecciones más importantes de la historia de Honduras, aunque ya no sorprenda del todo, cada elección supera en dramatismo a la anterior. Mi oración y mi invitación de estos días son para que detengamos el escepticismo y la indiferencia en la que están sumidos muchos porque con el abstencionismo y la falta de veeduría social del proceso electoral, perdemos todos. Dejarle el manejo de estas elecciones a los mismos de siempre traerá como consecuencia un exilio mayor de Honduras y muchísima más violencia.
Si usted se queda en casa este 28 de noviembre no tendrá derecho, en lo más mínimo, a protestar por lo que se nos viene encima si dejamos que los mismos resultados surjan de mentes tan maquiavélicas que todo lo manipulan y destruyen. Son tan manipuladores que hasta han considerado un buen campo de batalla proselitista el tema de la lectura de la Biblia en las escuelas. Si no hay quien la explique de manera coherente entonces habremos provocado fanatismo y no fe.
El nuestro debería ser un Estado Laico, pero los intereses mutuos de los señores diputados por conseguir votos y de los pastores por conseguir influencia política, les está llevando a un matrimonio que no va a terminar en divorcio sino en algo mil veces más grave. Yo ruego a mis hermanos evangélicos que no se dejen engatusar por los pastores que tan “desinteresadamente” están promoviendo la Biblia como un pasquín cualquiera. La santidad de la Palabra de Dios escrita no está en el libro mismo, sino en el sentido de lo que está escrito. Prudencia y responsabilidad es lo que todos necesitamos.