Es muy común escuchar a las personas hablar de los santos y de los personajes bíblicos como si fueran super héroes o seres de otro planeta, evitando, así, la responsabilidad de cumplir con la voluntad de Dios o de responder al llamado de la santidad. Pero si revisamos la historia a detalle tanto los personajes bíblicos como de los santos de la Iglesia, nos damos cuenta que fueron seres humanos de carne y hueso como tú, y como yo. Los santos son personas que vivieron lo ordinario de manera extraordinaria.
Tienes que entender que no hay fórmulas mágicas para la santidad u oraciones secretas. Dios no te va pedir escalar el monte Everest o ganar un premio nobel, mucho menos que te memorices cada versículo de la Biblia. Lo que si te va pedir el Señor para encontrarte con Él cada día es que hagas el bien, que lo reconozcas en la persona que te necesita, que le agradezcas en las personas que te ayudan y que te enfoques en ofrecer tus actividades para su gloria.
San José es uno de los más grandes ejemplos de santidad para la humanidad. Él es un personaje de la biblia que no dice una sola palabra, pero desde su condición de hombre y carpintero, cumple con la voluntad de Dios. Es decir, hizo lo extraordinario de lo ordinario. Otro ejemplo es San Martín de Porres, un religioso dominico que demuestra como el simple acto de usar bien una escoba en la limpieza nos puede santificar.
Por lo tanto, para encontrarte con Dios en el diario vivir solo necesitas disponer tu corazón para reconocerlo en tu prójimo, ofrecer cada actividad de tu día; por sencilla que te parezca, para gloria de Dios, bien de las almas y tu propia santificación.