Reflexión | Suyapa, Señora de Esperanza

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Esta semana comenzamos la novena en honor a Nuestra Señora de Suyapa. Evidentemente, más allá de la lógica litúrgica de considerar tanto la Pascua como la Navidad las fiestas principales del año en nuestra Honduras esta es la fecha más importante del calendario religioso del país. Conviene detenerse un momento a reflexionar sobre las implicaciones de esta celebración anual, aún sabiendo que el Santuario Nacional, la Basílica menor de Nuestra Señora de Suyapa es visitado a lo largo de todo el año y sin duda, las peregrinaciones deberán aumentar este año, a razón del año jubilar.

Que, por cierto, siento que no le estamos dando toda la importancia que deberíamos. En él sentir y sobre todo en el actuar de muchos de nuestros fieles pareciese que se trata de algo que está ocurriendo en Roma y no de algo de lo que podemos disfrutar y, si me lo permiten, aprovecharnos. Suyapa es el único punto del país en el que todos debemos y podemos sentirnos en casa. Es cierto que existen algunos monumentos, algunos lugares, que nos evocan la nacionalidad, pero ninguno como la casa de la madre. No debemos nunca, cansarnos de insistir en la importancia evangelizadora que tiene la pequeña imagen de Nuestra Señora de Suyapa. En ella se concentra lo mejor de nuestro país y se descubre, el proyecto cargado de esperanza que Dios tiene para cada uno de nosotros. Si este año jubilar estamos llamados a ser “Peregrinos de Esperanza” cuanto más lo debemos entender desde la perspectiva de lo que vivimos como nación.

Aquí hace rato que la esperanza parece desterrada, se fue con los migrantes que quieren alcanzar una mejor vida que aquí no podrán obtener. Se fue también con las miles de víctimas producto del narcotráfico que creyeron que con el dinero fácil serían felices y lo único que encontraron fue la muerte. Se fue, la esperanza con todas las promesas incumplidas de todos los políticos, de todos los grupos, colores y sabores. Se fue con las personas que no encontraron ni educación ni salud porque el dinero que servía para eso, termino en una pancarta política, en alguna caleta, en algún terreno testaferrado o en alguna “cuentecita” en el extranjero. Por eso es imprescindible que peregrinemos. No sólo a Suyapa o a las catedrales del país, sino a lo más profundo de nuestro corazón.

Que nos atrevamos a ponernos en camino para llegar lejos en la respuesta a la desesperanza y la desesperación en la que vive la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Debemos llenar de esperanza nuestra Honduras, sin olvidar que esta es una virtud y es teologal. Es decir, hay que practicarla y hay que anclarla en Dios. Por eso, el rostro de Nuestra Señora de Suyapa, nos alienta y nos impulsa. En ella vemos lo mejor de nuestro pueblo, la esperanza realizada por la fidelidad y perseverancia a la voluntad de Dios.

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