Es bastante evidente que, la inmensa mayoría de nuestros fieles ni siquiera se ha enterado que esta semana, han retomado sus trabajos los padres y madres sinodales de la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Muchos oyen hablar de Sínodo, de Sinodalidad pero sin entender el alcance de lo que esto significa. Para muchos, y es comprensible, las decisiones que se toman en Roma, parecen no ser de importancia entre nosotros. Algunos apenas si medio leemos lo que dicen los medios católicos y, admitámoslo, dependiendo de si este medio está o no a favor del Papa, cosa por demás ridícula, entonces nos enteramos muy parcialmente de lo que está ocurriendo.
Por andar precisamente jugando a ser rebeldes y rechazar que este cambio de época también obliga a hacer cambios, a veces dolorosos, estamos dejando de ser testigos. A ratos, parecemos como adolescentes en el patio del colegio, peleando contra los que visten nuestro mismo uniforme, y creándonos enemigos donde no existen. Si dedicásemos más tiempo a evangelizar que a estar atacando al Papa, seríamos una Iglesia que podría, por la fuerza del Espíritu Santo, cambiarlo todo. Por eso, si creo muy necesario que pongamos la mirada y, sobre todo, nuestras oraciones, en estos hermanos y hermanas nuestras que en estos días estarán pidiendo la luz del Espíritu Santo para orientar mejor la pastoral de la Iglesia.
Seguramente, volveremos a escuchar una y otra vez, que los temas sensacionalistas, como el papel de la mujer en la iglesia, las acusaciones producto de los abusos sexuales, la propuesta de evaluación por parte de las comunidades de sus pastores, la bendición y matrimonio de las parejas homosexuales, etc., seguirán dominando las primeras planas de aquellos que se dedican a buscar denigrar la misión del Papa y de los obispos, así como la de cada uno de nosotros bautizados. Los grandes temas del Sínodo y, sobre todo, el firme empeño del Santo Padre en darle una forma cada vez más sinodal a la Iglesia, se nos está quedando por fuera porque hay algunos que les cuesta dejar de lado un concepto de Iglesia piramidal o, peor aún, que no quieren dejar de lado esa sarta de privilegios nacidos de un clericalismo que ya ratos nos está ahogando. Es por eso que, creo que todavía más urgente que nuestra oración sea creciente durante este mes de octubre para que la iglesia recupere, lo que nunca debió perder: su carácter netamente misionero. El Papa desde el inicio de su pontificado, precisamente insistió en la necesidad de superar esa auto referencialidad sobre la que muchas cosas se han construido en los últimos siglos. La Iglesia no puede ser la medida de sí misma, sino que su medida es y debe ser siempre, el corazón de Cristo.