Reflexión | Cuidar la propia salud

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Es prácticamente imposible, que, en un espacio como este, no se manifiesten de alguna forma los sentimientos y las opiniones particulares. Aunque esta, es una columna de opinión en la que siempre he hecho valer lo que me dicta el corazón y me reclama la conciencia, he sido siempre muy cuidadoso de subrayar que lo que aquí escribo no es la opinión, ni siquiera remotamente, de lo que piensa la Iglesia o la Conferencia Episcopal de Honduras. Digo esto, porque ya sabemos que siempre hay algunos que se prestan para luego descontextualizar lo que se dice o se escribe y utilizarlo, generalmente, como un arma de criterios, sobre todo políticos. Y no habría ningún problema, creo, si se entendiese la política más allá de los partidismos, pero eso en nuestro ambiente es bastante utópico.

Esta semana, específicamente el lunes pasado, tuve que ser sometido a una cirugía. Según los estándares de la ciencia médica lo mío fue una cirugía menor, pero yo nunca había sido colocado bajo anestesia general y admito que eso me producía un cierto temor. De hecho, los amigos cercanos se han reído un poco de mí porque nunca me manifesté preocupado por la cirugía en sí misma, aunque actualmente estoy sufriendo sus consecuencias por las limitaciones físicas que ella ha generado. La cirugía salió muy bien y estoy en el proceso de recuperación tal como estaba pensado por los doctores. Fui informado en todo momento de cómo sería el procedimiento y no estoy más que profundamente agradecido con el profesionalismo y la calidez con la que he sido tratado. Ahora bien, supongo que entenderán todos que no estoy queriendo hacer un relato autobiográfico, sino que, leyendo las noticias de estos días de lo que ha estado ocurriendo en las instituciones públicas hospitalarias del país, siento una profunda vergüenza al quejarme de mis malestares, cuando yo sí pude ser operado y algodón, no hizo falta en mi operación.

Justo al inicio de este año fuimos invitados como miembros del clero de nuestra arquidiócesis a integrar un nuevo seguro de salud. Es privado y lógicamente pagado. Pero sin ese sistema de salud al que nos hemos adscrito no hubiese sido posible mi operación y de corazón les digo, que siento una especie de vergüenza al saber que estoy entre un grupo de privilegiados que podemos tener acceso a la salud que, lamentablemente en nuestro país, no es universal. Podría, como ciertamente lo hago, orar porque esta situación cambie, pero en conciencia esto es completamente insuficiente. El nuestro es uno de los países más desiguales del mundo entero y lo que he experimentado estos días no hace sino reafirmar mi deseo de que esto cambie, pero eso no va a cambiar sino cambiamos nosotros y nos atrevemos a dejarle de hacer la comparsa a los de siempre, del color que sea.

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