Palabra de vida | “Un hombre bajaba…”

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En la celebración del Jubileo 2025, con la intención del fallecido Santo Padre Francisco, este año es la oportunidad para encontrar y actualizar para la práctica de la caridad en la historia siempre actual de ese “hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó…” contada por Jesús y que fue golpeado brutalmente dejándolo casi muerto. Es la parábola entretejida dentro de un debate entre un doctor de la Ley y Jesús. El centro de la discusión “¿quién es mi prójimo?”.

Jesús inteligentemente no lo define les invita a descubrir en las acciones de tres personajes quién es. Son las obras las que lo definirán. Un anónimo viajero, ya que el relato no nos dice su nombre, viajaba solitario (algo extraño en esa época por los peligros del camino), recorría el camino romano de 27 Kilómetros que de la Ciudad Santa conduce al espléndido oasis de Jericó superando un desnivel de 1.100 mts. El herido está urgido de ayuda, aparece a lo lejos un sacerdote que viene seguramente de estar en su servicio en el Templo de Jerusalén, lo vio, pero “pasó más allá de la otra parte”.

Más luego hay otra posibilidad un levita, servidor también del Templo, pero igual “Pasó más allá de la otra parte”. Temen hacerse impuros por tocar a un herido o a un muerto. El término usado por Lucas antiparelthen “pasó más allá de la otra parte” sugiere que dieron una vuelta alrededor del herido, pero el escrúpulo religioso de quedar impuros pudo más y mejor se alejaron. Y, llegamos así a la cumbre del pensamiento lucano, será un despreciado por los hebreos, quien practicará la misericordia con el herido: un hombre de Samaria. Los fabulosos detalles con que el evangelista recuerda la acción del samaritano, nos dejan con la boca abierta, ya que advierte que al solo ver al desventurado hombre, como dice el original griego, sus entrañas se conmovieron.

Es un amor activo, no pregunta identificación, no desea descubrir nacionalidad o religión, al contrario de inmediato: cura sus heridas, les echa vino y aceite según los primeros auxilios de la cultura oriental, lo sube sobre su cabalgadura, lo confía al dueño de la posada repitiendo dos veces el verbo “cuidar” y dejándole pagado con dos denarios los cuidados sucesivos (dos denarios serían el sueldo de dos días de trabajo de un jornalero). Ser buen samaritano enseña Jesús es un acto personal, así lo señala el pronombre personal en griego autos: “Pasó junto a él, le vendó, lo cargó, lo condujo y cuidó de él”. Ya podemos entonces responderle también nosotros a Jesús: ¿Quién es mi prójimo”?

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