
“Lo recibió en su casa”, así introduce Lucas el relato evangélico de este domingo. Betania un suburbio de Jerusalén. En primer lugar, el relato trata del tema de la hospitalidad brindada a Jesús-Maestro por unas hermanas: Marta y María. Llama la atención la premura y sensibilidad típica de la cultura nómada oriental. La primera lectura de Gn 18,1- 10 presenta a Abrahán y con él Sara y el siervo, que corren y se apresuran para atender a los tres huéspedes. El mismo movimiento invade la casa de Marta y de María, cuando se presentó Jesús de Nazaret. Este elemento de la hospitalidad es el primer tema de este domingo.
El evangelio luego nos regala un segundo tema: la capacidad que tiene María de ver en Jesús la Palabra que se encarna y se anuncia, invitando a la Vida Eterna que solo Él le puede ofrecer. Y, es que ella con su actitud simboliza al discípulo, que se pone a los pies de Jesús. Aunque en toda la tradición de la Iglesia se ha visto a Marta como símbolo de la vida activa y a María de la vida contemplativa, a la base está la necesidad que debe estar presente en todo estado de vida y en toda situación, que es la auténtica “escucha” de la Palabra de Dios.
En cualquier situación, en cualquier profesión o empeño hay que tener siempre abierto este canal de escucha interior que nos sumerge en Dios mientras transitamos todos la vida. Hay que impedir que las cosas nos absorban y nos aplasten con su peso. Se puede estar incluso en el más silencio convento y tener la mente ofuscada por nostalgias, miedos, preocupaciones, distraídos por los ruidos interiores, conquistados por todo tipo de imágenes.
O, al contrario, se puede estar apretujados entre la gente en un autobús o involucrados en miles de actividades y conservar un corazón puro y abierto a Dios, atento al ir saboreando la dulzura de su compañía y su Palabra. En el fondo de la enseñanza de Lucas, está la necesidad de saber convivir con la actividad operante que nos hace útiles a nosotros mismos y a los demás y la necesidad apremiante que tiene el espíritu de alcanzar la trascendencia, allí donde Dios está y es capaz de entrar en nuestros corazones.
Maravillosa enseñanza del Evangelio, para estos tiempos donde el ruido y las ocupaciones opacan y oprimen la voz interior del corazón que grita como señala el salmista: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”. PROPÓSITO: Hagamos en esta semana el propósito de guardar más silencio, de llegar al templo más temprano para orar con ese silencio que tanto hoy nos hace falta y otro lugar solitario.